GIRONA — A nadie habría dolido más que a Gerardo Martino cortar la cabeza de Diego Lainez de la lista de los 26 mundialistas. Pero, sobre la pasión por su juego, habrá elegido las necesidades del juego como bien común.
El Tata es un devoto de Lainez. Por esencia del futbol, disfruta lo que él hace, lo que él intenta, lo que él posee, lo que él se atreve, lo que él inventa, lo que él desafía. Porque no rehúye los molinos de viento.
El delantero del Braga le despierta sonrisas, le recuerda el juego en su esencia misma. Pero, en Qatar, ante Polonia, Argentina y Arabia Saudita, necesita soluciones prácticas.
Con Lainez, puede destapar la cañería bloqueada que le aguarda ante Polonia o Arabia Saudita, o puede ser el desequilibrio inesperado ante Argentina. Pero, Roberto Alvarado le ofrece soluciones más amplias. Si hay que trabar, El Piojo traba. Si hay que acosar, agobiar, él acosa y agobia. Y si hay que desplegar o ir en transición sin titubear y sin regodeos, Alvarado lo hace.
Seguramente, la decisión sobre Lainez no fue sólo suya. Alguien debió despertarle las urgencias del equipo y adormecerle la pasión por un mozalbete que toma la pelota y la viste de gala, de tribuna, de colores. Toma el sable y declara la guerra.
Cortar a Lainez, para Martino, fue como cortarse una pierna. En algún momento, durante el Mundial, volteará a la banca, a buscar ese feroz revulsivo, ese implacable guerrero que exige la pelota, ese pequeño David capaz de abofetear a los Goliats que aguardan en las trincheras en la Copa del Mundo. Volteará y entenderá, nuevamente, que se ha cortado una pierna. (Rafa Ramos de ESPN)
