
Muchos pacientes, médicos e investigadores están frustrados porque no ha habido más avances en la lucha contra las infecciones urinarias regulares ni contra las formas más complicadas, pero mantienen la esperanza de un cambio.
Los síntomas de una ITU incluyen dolor o ardor al orinar, ganas frecuentes o repentinas de orinar, orina turbia, con sangre o maloliente, dolor en la espalda o en la parte inferior del abdomen y fiebre o escalofríos.
La mayoría de las investigaciones sobre infecciones del tracto urinario se basan en ratones. Algunos expertos cuestionan esto, porque los ratones no son naturalmente susceptibles a esta enfermedad.
Muchas otras bacterias también pueden ser culpables, pero hay investigaciones limitadas sobre estas, e incluso sobre cepas más raras de E. coli, según Jennifer Rohn, directora del Centro de Biología Urológica del University College London, en Reino Unido.
Una ITU puede causar cistitis o inflamación de la vejiga, explica Chris Harding, urólogo del Hospital Freeman y la Universidad de Newcastle en Reino Unido. Hay otros tipos de ITU, pero la cistitis es la más común.
Las infecciones urinarias en general son extremadamente comunes y afectan al menos a la mitad de las mujeres en algún momento de sus vidas. Son especialmente frecuentes entre las mujeres jóvenes sexualmente activas y las posmenopáusicas, dice Rohn.
La genética, las hormonas y la anatomía entran en juego. Las mujeres y las niñas se ven especialmente afectadas porque tienen uretras más cortas que los hombres y, por lo tanto, las bacterias pueden llegar a la vejiga con más facilidad.
Si bien las ITU se clasifican como una enfermedad infecciosa, no son contagiosas. Sin embargo, la bacteria responsable puede transmitirse de persona a persona durante las relaciones sexuales.
Pero los hombres pueden contraer una ITU especialmente cuando son mayores. En los geriátricos, las infecciones urinarias son el tipo de infección más común.
A nivel mundial, las infecciones urinarias afectan a aproximadamente 150 millones de personas cada año, pero este problema ya generalizado seguramente se volverá aún más común a medida que el mundo envejece.
“Es una razón muy importante por la que las personas mayores terminan en el hospital”, explica Rohn.
Parte normal de “ser mujer”
Debido a que las infecciones urinarias son comunes y generalmente no presentan complicaciones, muchos médicos las descartan como una parte normal de ser mujer. Pero con esa actitud se corre el riesgo de banalizar los casos más graves, que son numerosos.
Las ITU pueden provocar fiebre, escalofríos, dolor en la parte baja del abdomen o la espalda, además de ardor al orinar.
Una estimación es que, al igual que Wairimu, el 25% de las mujeres con al menos una infección urinaria tendrán infecciones urinarias recurrentes: al menos dos en seis meses o tres al año. Muchas tienen aún más.
Además de las infecciones urinarias recurrentes, cada vez hay más conciencia de las infecciones urinarias crónicas, a veces denominadas infecciones urinarias a largo plazo o incrustadas.
Esencialmente, algunas personas viven con síntomas constantemente. Sin embargo, casi no hay reconocimiento oficial de esta condición.
Incluso las infecciones urinarias relativamente sencillas se pasan por alto. Los métodos típicos para diagnosticar infecciones urinarias son pruebas de orina con tiras reactivas y cultivos de orina, pero estos no son lo suficientemente sensibles como para ser confiables.
En cambio, las pruebas moleculares de nueva generación son casi demasiado sensibles y detectan cualquier patógeno incluso si no está relacionado con el problema. Pero son caros.
Las pruebas de orina tradicionales son baratas, pero a menudo son engañosas. La prueba de cultivo de orina, que consiste en hacer crecer la bacteria a partir de una muestra de orina en el laboratorio, se desarrolló en la década de 1950 con mujeres embarazadas que tenían infecciones renales.
En otras palabras, una prueba estándar para las infecciones urinarias se deriva de investigaciones obsoletas que ni siquiera eran específicas de las infecciones urinarias.
Al igual que con las pruebas, la educación médica sigue estando desactualizada. Harding aprendió cuando era estudiante de medicina que la vejiga era un ambiente estéril. Este concepto erróneo popular ha generado confusión sobre cómo interpretar la evidencia de bacterias en la vejiga.
Hasta el día de hoy, Rohn da conferencias a estudiantes de medicina que creen, incorrectamente, que la orina es estéril.
Si bien los investigadores son conscientes de lo inadecuado de las pruebas, esta información “no se filtra en la práctica clínica”, dice Carolyn Andrew, directora de la Campaña sobre las Infecciones Crónicas del Tracto Urinario (Cutic), un grupo de defensa de los pacientes en Reino Unido.
Al igual que muchas personas que padecen infecciones urinarias crónicas, Andrew fue mal diagnosticada al principio.
Cuando comenzó con los síntomas, las pruebas de ITU resultaron negativas y a Andrew se le diagnosticó cistitis intersticial (CI) o síndrome de dolor vesical. Los tratamientos para la CI fueron dolorosos y empeoraron las cosas.


