Aunque en la actualidad, casi seguramente, ningĂșn mexicano podrĂa decir que le tocĂł ver a un sereno recorriendo las calles de su barrio, nuestro lenguaje nos delata para advertirnos que estos personajes existieron, estuvieron ahĂ y fueron importantes para nuestros ancestros.Â
Porque no vayan ustedes a creer que la frase “serĂĄ el sereno”, que hiciera popular la Chimoltrufia, o la estrofa de las mañanitas que dice “si el sereno de la esquina me quisiera hacer favor de apagar su linternita para que pase mi amor”, surgieron, como quien dice, de la nada. Ambas nos hablan de nuestro pasado comĂșn.Â
Los serenos vieron la luz por ahĂ del siglo XVIII con el nacimiento de las cada vez mĂĄs altas concentraciones poblacionales en España y MĂ©xico (asĂ como otros paĂses latinoamericanos) y la necesidad de que hubiera quien prendiera las pocas o muchas farolas de cebo en la vĂa pĂșblica, asĂ como para vigilar que ningĂșn malandrĂn osara a meterse a alguna vivienda.Â
Pero tambiĂ©n eran estos personajes quienes daban aviso a los incipientes cuerpos de bomberos para acudir a apagar un incendio, lo mismo espantaban a los malhechores que no respetaban los toques de queda, mientras que en otras ocasiones ayudaban a los dueños de las casa a entrar a sus respectivas moradas cuando venĂan zigzagueando por el consumo de alcohol, eran pues la figura de autoridad del ambiente nocturno.Â
No obstante debemos precisar que no nacieron con ese nombre, Ă©ste se lo ganaron porque una de sus tareas era gritar de forma muy peculiar por las madrugadas que todo estaba bien, Ă©sto para la tranquilidad de los residentes mĂĄs aprensivos. Aquella letanĂa era la siguiente: âlas diez y serenoâ, o âlas once y serenoâ, segĂșn fuera el caso.Â
Pero de acuerdo con el libro Costumes Civils Militaires et RĂ©liqieux de Mexique DessinĂ©s dâapres Nautre, escrito en 1828 por Claudio Linati, los serenos tambiĂ©n vociferaban cosas con tintes religiosos como âalabado sea Dios y nuestra Señora de Guadalupeâ, esto antes de cualquiera de sus gritos.Â
Sin embargo, como lo Ășnico seguro en la vida es el cambio, los serenos empezaron a extinguirse de la Ciudad de MĂ©xico a partir del 11 de diciembre de 1881, fecha en que la capital empezĂł a tener calles iluminadas con luz elĂ©ctrica. Lo mismo comenzĂł a ocurrir en entidades como Guanajuato, Nuevo LeĂłn, Jalisco, entre otras mĂĄs.Â
De aquel oficio solo nos quedan las frases populares. Sin embargo son ellos quienes dieron pie a la creaciĂłn de los primeros cuerpos policĂas en MĂ©xico. De hecho en la Glorieta del Metro Insurgentes, muy cerca de donde se encuentra el edificio de la PolicĂa de la Ciudad de MĂ©xico, existe la escultura de un sereno con una leyenda debajo de Ă©l que dice lo siguiente: “Con este personaje. El dĂa 3 de noviembre de 1792. Se inicia oficialmente la seguridad pĂșblica en esta capital”.
“ÂĄSon las 10 y sereno!” El sereno fue el vigilante nocturno de las calles durante el siglo XVIII.