Mientras el enclave palestino atraviesa uno de los peores momentos de su historia, Israel libra una batalla interna sobre quién tiene la responsabilidad de no haber frustrado el atentado del 7-O
A medida que aumenta la presencia de tropas israelíes en la Franja de Gaza con enfrentamientos cara a cara con miembros del brazo armado del grupo integrista Hamas, el frente norte se va calentando aún más, y este domingo se dispararon por primera vez varias ráfagas de proyectiles desde Líbano contra las ciudades de Kiriat, Shmona y Nahariya en el norte de Israel.
A pesar del levantamiento gradual del apagón telefónico y de Internet y de la creciente afluencia de camiones de ayuda humanitaria, Gaza atraviesa uno de sus peores momentos en décadas y pide desesperadamente un alto el fuego tras 23 durísimos días.
La guerra total contra Hamas viene acompañada en Israel por la batalla interna en torno a la responsabilidad del colosal fallo que permitió el peor atentado terrorista en su historia.
El 7-O marca el pasado, presente y futuro de Benjamin Netanyahu, que vive sus horas más bajas como primer ministro.
El ejército israelí se limita a revelar que han entrado más fuerzas en el enclave palestino y difundir imágenes de tanques en la costa de Gaza sin dar la ubicación exacta ni el número de sus soldados, tanques y carros blindados.
El tamaño es menor que en una ofensiva terrestre a gran escala, pero mayor de lo que las palabras “ampliación de acciones terrestres” podrían sugerir. Por el momento, Israel prefiere los ataques terrestres en y desde el norte de la Franja dirigidos contra la ciudad de Gaza a una invasión en toda regla.
Una fórmula aconsejada por EEUU y obligada por la situación de los secuestrados y la posibilidad de que intervenga Hizbulá. Es decir, avances graduales y lentos apoyados por intenso fuego desde arriba.