Chihuahua, Chih.- Cuando parecía que los concursos de belleza habían conseguido adaptarse a los cambios sociales y nuevos estándares de belleza femenina, una serie de escándalos políticos, económicos y denuncias de corrupción y abusos amenaza con poner a esta industria en una situación crítica.
El golpe más reciente para Miss Universo, la organización matriz de estos concursos a nivel global, fue la renuncia este mes de Noelia Voigt y UmaSofia Srivastava, Miss USA y Miss Teen USA, respectivamente.
No obstante, los problemas en la organización de Miss USA se remontan a 2022, cuando la entonces presidenta Crystle Stewart fue acusada de haber amañado la competencia para asegurar la victoria de R’Bonney Gabriel ese año. Un año después, un documental del New York Times titulado ‘Cómo arreglar un certamen’, abordó ese escándalo y otras denuncias de acoso sexual contra Max Sebrechts, en ese momento vicepresidente de Miss USA y esposo de Stewart.
Tras la renuncia de la pareja, la empresaria Laylah Rose asumió el mando, pero ahora enfrenta una nueva controversia tras la renuncia de Claudia Michelle, la directora de redes sociales de Miss USA, este mes. Michelle denunció maltrato laboral y afirmó que Srivastava y su familia habían sido irrespetados. “La forma en que la administración actual habla sobre sus titulares es poco profesional e inapropiada. Rechazo la toxicidad en el lugar de trabajo y el acoso de cualquier tipo”, escribió Michelle en Instagram.
Voigt mencionó que renunciaba para proteger su salud mental, aunque expertos descubrieron que las primeras letras de las trece oraciones de su carta de renuncia deletreaban en inglés la frase “Estoy silenciada”. Srivastava alegó que el concurso no estaba alineado con sus “valores”.
A nivel mundial, también se presentan polémicas debido a las menores restricciones para concursantes, como la nueva Miss Argentina, que tiene 60 años, y la actual Miss Colombia, que está casada y tiene una hija, además del creciente número de mujeres trans y la eliminación de los parámetros estéticos tradicionales.
“La industria de los certámenes de belleza está pasando por la misma evolución que está viviendo la sociedad en cuanto a la equidad de género, aunque los primeros ajustes fueron superficiales, como la inclusión de mujeres más preparadas, mayores o con otros tipos de cuerpo”, comentó a EFE Harry Levy, conductor y periodista venezolano especializado en concursos. “Ahora se exigen cambios reales. Una mujer adulta y profesional no se va a conformar con ser usada como un objeto bonito. La crisis actual busca aumentar la transparencia de las gestiones y una transformación del rol de las reinas”, añadió.
La política también ha influido en la industria. La actual Miss Universo, la nicaragüense Sheynnis Palacios, fue desterrada por el régimen de Daniel Ortega, que había encarcelado temporalmente a la familia de la entonces presidenta de Miss Nicaragua, Karen Celebertti. A esto se suman otros problemas. En enero pasado, la presidenta de Miss Universo, la empresaria tailandesa Anne Jakapong, una mujer trans, vendió el 50 % del concurso al grupo mexicano Legacy Holding Group, después de declarar su compañía en quiebra.
Las consecuencias de la venta se hicieron evidentes rápidamente, comenzando por la organización en México, con el despido de Lupita Jones, quien había encabezado Miss Universo México durante treinta años. Su sucesora, Cynthia de la Vega, apenas duró seis meses en el cargo. Otro efecto fue la contratación como asesor del presidente, del reconocido y polémico ‘misólogo’ cubano-venezolano Osmel Sousa, quien salió de Miss Venezuela tras cuatro décadas en el concurso, en medio de un escándalo de prostitución.
La próxima edición de Miss Universo se celebrará en México el 28 de septiembre. Aunque la mayoría de las concursantes aún no han sido elegidas, ya se anticipan más controversias. Nicaragua no tendrá candidata, habrá una Miss Cuba por primera vez en 57 años, pero se elegirá en Miami, hogar por excelencia del exilio cubano en Estados Unidos, y se habla de la primera Miss Arabia Saudita.
