“¡Ya no quiero jugar, tengo miedo de que me pase algo!”, exclamó entre lágrimas Eduardo, un niño de 10 años que cursa el quinto de primaria y era amigo cercano de Gael y Alexander, los menores asesinados junto a su padre en un ataque armado en Culiacán.
Eduardo jugaba fútbol con Gael y Alexander en su escuela y su barrio. Durante la protesta masiva en Culiacán para exigir justicia por el triple homicidio, su llanto se convirtió en el centro de atención. Entre miles de manifestantes vestidos de blanco que coreaban “¡Con los niños no!” y “¡Justicia para Gael y Alexander!”, Eduardo expresó el temor que ahora lo acompaña: “Me da miedo salir a jugar, ya no quiero que me pase lo que les pasó a ellos.”
La tragedia que desató la indignación
El pasado domingo 19 de enero, Antonio de Jesús Sarmiento y sus hijos, Gael, de 12 años, y Alexander, de nueve, viajaban en su vehículo cuando un grupo armado intentó detenerlos. Al no detenerse, los agresores abrieron fuego. Antonio y Gael murieron en el lugar, mientras que Alexander falleció dos días después en el hospital.
Este brutal ataque generó una ola de indignación en Culiacán, donde más de 5,000 personas marcharon hacia las oficinas gubernamentales exigiendo justicia y paz. Al llegar al lugar, el gobernador Rubén Rocha Moya no salió a recibir a los manifestantes, lo que provocó daños en vidrios, mobiliario y pintas con frases como “¡Fuera Rocha!” y “¡Que renuncie!”
Un grito desde la infancia
El testimonio de Eduardo, que cargaba una pancarta con la leyenda “Los niños y niñas merecen un Sinaloa en paz,” puso rostro y voz al impacto que la violencia tiene en la niñez. Sus palabras se convirtieron en el símbolo de una comunidad que clama por un futuro seguro para sus hijos.
Respuesta oficial
Feliciano Castro Meléndrez, secretario de Gobierno de Sinaloa, aseguró que el caso será investigado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, y reiteró la disposición al diálogo. Sin embargo, las palabras de Eduardo dejaron claro el mensaje de la protesta: la violencia está robando la infancia y la tranquilidad de los niños en Sinaloa.
Eduardo ya no podrá jugar fútbol con sus amigos Gael y Alexander, pero su llanto resonó como un llamado urgente para devolverles la seguridad a los niños de Sinaloa.