El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa implementando su estrategia de militarización de la frontera con México, esta vez con un despliegue masivo de unidades militares en la franja fronteriza, a través del envío de vehículos blindados Stryker, tropas de infantería y helicópteros de combate.
Desde el 22 de enero, más de 9 mil efectivos han sido enviados para reforzar a la Guardia Fronteriza. El plan de Trump contempla declarar la zona fronteriza, desde Ciudad Juárez hasta San Diego, como “zona de seguridad militar”, lo que permitiría a los militares detener a los migrantes que intenten cruzar sin autorización.
El proyecto, que incluye un terreno de 18 metros de ancho y hasta mil 100 kilómetros de largo, ha sido objeto de controversia. Grupos de derechos humanos advierten que los soldados, sin formación en el trato con civiles, podrían cometer abusos, además de que el uso de grandes vehículos de combate podría resultar ineficaz para controlar el flujo migratorio.
El plan también ha recibido críticas de autoridades locales, como la gobernadora de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham, quien lo considera un “desperdicio de recursos”. Sin embargo, el gobierno de Trump sigue adelante con la medida, que se alinea con su enfoque de seguridad nacional y la prioridad de enfrentar amenazas como los cárteles de drogas, a los cuales ha designado como amenazas terroristas.
A pesar de las críticas, el despliegue continúa, mientras se intensifica la presión para que las fuerzas armadas de Estados Unidos tomen un rol activo en la lucha contra el crimen transnacional, a la par que se refuerza la lucha contra la migración indocumentada y el narcotráfico en la frontera.
