H.Cd.De Chihuahua.- Siguiendo un poco la línea de mi reflexión anterior, hoy me gustaría ahondar en las consecuencias que nos ha traído el ser ciegos a la razón y no darnos cuenta del momento en el que comenzamos a ser manejados según el antojo, arbitrario, de los que nos rigen dentro de la esfera gubernamental y también social.
Aunque hay muchísimas cosas que decir y que ya tendré oportunidad de desarrollar en futuras ocasiones, pongo como ejemplo la situación en la que nos encontramos actualmente en el país.
De pronto se torna difícil mantener un diálogo con determinado sector ideologizado de la población que sostiene y defiende “su verdad”, que se vuelve una creencia de carácter dogmático, pero que es contradictorio en sí mismo. Y aunque pensemos que esto solo existe en la realidad de nuestro país, se trata de algo característico de la sociedad moderna porque la gente ya no tiene problema en pensar y actuar en discordancia siempre que se sientan bien con eso, lo que les permite vivir en un constante choque de ideas, pensamientos y creencias propias, donde, por un lado, se declaran fieles defensores de la razón y la verdad, pero por otro, se dejan llevar ciegamente a lo que su pastor indica y cualquier opinión en contrario significa que el otro no alcanza a ver todo lo que ellos sí, su “bien mayor”, y, por tanto, no puede en ningún caso tener razón, porque la razón y la verdad son ellos quienes ya la poseen.
En esta lógica, que pareciera abstracta, se da pauta para entender a los pseudo políticos de la izquierda latinoamericana, y específicamente a los de México, porque han vendido tan bien el discurso que, para muchos, todo lo que ellos hacen está siempre bien a la luz de la razón, y no solo eso, sino que se atribuyeron el derecho de perdonar(se) sus propios pecados precisamente porque persiguen un bien mayor, uno que, aparentemente, nosotros los mortales no alcanzamos a ver.
Realmente se trata de una burla al intelecto y que tristemente muchos mexicanos lo han vuelto su dogma de Fe.
Bajo las premisas anteriores, esos “líderes”, que no son más que políticos que aprendieron bien cómo usar al sistema para saquearnos, pero con el argumento de que “es por el bien del pueblo”, se han permitido voltear toda contradicción obvia en favor de sí, y que todo lo que otros hicieron que debió haber sido criticable, sancionable, o imperdonable, hoy es algo que debe comprenderse, permitirse y perdonarse.
Es así que, hoy tenemos reformas que destruyen la división de poderes y los organismos autónomos; proyectos que destruyen nuestras selvas, su flora y su fauna; proyectos que sirven para desviar una cantidad inimaginable de recursos que empobrece al país; una crisis de violencia que se atiende con abrazos; un sistema de salud incapaz y deficiente, solo mencionar algunos, pero no importa, porque tenemos a la primera presidente mujer en la historia, reformas que le dan poder al pueblo para elegir a sus jueces, un tren maya (inútil, por cierto), una refinería (más inútil aún), y un sistema de salud “como el de Dinamarca”.
Quizá tome tiempo que la gente despierte, pero en lo que eso pasa, dejo una frase de Margaret Thatcher: “No existe el socialismo ‘seguro’. Si es seguro, no es socialismo. Y si es socialismo, no es seguro. Las señales del socialismo apuntan cuesta abajo a menos libertad, menos prosperidad, cuesta abajo a más desorden, más fracaso. Si los seguimos hasta su destino, llevarán a esta nación a la bancarrota”.