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sábado 26 de abril del 2025.

“Sor Geneviève rompe el protocolo y conmueve al mundo en el último adiós al Papa Francisco”

Vaticano.– Una imagen ha conmovido al mundo entero: la de una pequeña monja, de 81 años y con una mochila al hombro, que se acercó con paso firme al féretro del Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. No le importaron los protocolos ni los trajes eclesiásticos que desfilaban en orden. Ella fue directo al lugar donde descansan los restos del Pontífice para llorar en silencio y orar, como lo hizo tantas veces en vida por los marginados.

Era Sor Geneviève Jeanningros, la religiosa que durante más de cinco décadas ha trabajado junto a las comunidades más vulnerables de Roma: mujeres transexuales, feriantes, migrantes. Una mujer a la que el mismo Francisco llamaba con afecto “la enfant terrible del Vaticano”.

La imagen de la religiosa rezando, inmóvil, mientras cardenales y obispos daban el último adiós en fila ordenada, se ha vuelto símbolo de la cercanía del Papa con los últimos de la sociedad. Nadie osó interrumpir su oración. Nadie le pidió que se retirara. Porque sabían que, quizá, era una de las pocas personas que realmente entendía y encarnaba el espíritu de Francisco.

Durante años, Sor Geneviève organizó audiencias semanales en el Vaticano para llevar a personas trans, muchas en situación de prostitución, a encontrarse con el Papa. En plena pandemia, fue ella quien gestionó ayuda directa para quienes se quedaron sin trabajo, y logró algo sin precedentes: que un Papa visitara un parque de atracciones en Ostia para conocer y escuchar a los feriantes.

Su relación con Jorge Mario Bergoglio fue más allá de la admiración: fue amistad, complicidad en la misión y una muestra viva de la fe sin etiquetas.

Hoy, mientras el mundo despide al primer Papa latinoamericano de la historia, la figura humilde de esta monja se erige como una de las postales más potentes del adiós: un gesto espontáneo que refleja la verdadera iglesia por la que tanto luchó Francisco. Aquella que no excluye, que abraza, que acompaña. Aquella que se arrodilla sin miedo frente a sus muertos y sus dolores.

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