Con el Cónclave a la vuelta de la esquina, el Vaticano comenzó a recibir a los cardenales que llegarán de distintas partes del mundo para participar en la elección del próximo Papa. La residencia de Santa Marta, donde se alojan los cardenales electores, ya vive entre rituales, encuentros privados y las primeras conversaciones que delinean las alianzas internas.
En este ambiente, los cardenales asisten a misas, congregaciones generales y aprovechan momentos de ocio para conocerse mejor. Las habitaciones en Santa Marta son asignadas por sorteo para evitar conflictos, mientras que los lugares de convivencia, como el Caffè dei Papi o restaurantes cercanos, sirven de escenario para charlas informales y estratégicas.
Las anécdotas no se hacen esperar: desde cardenales sorprendidos por cuentas de minibar hasta escapadas discretas para disfrutar de helados o cenas romanas, siempre respetando el toque de queda impuesto por el Vaticano. La convivencia refleja un ambiente relajado, aunque cargado de negociaciones veladas.
Aunque el Cónclave se vive con solemnidad, también existe un juego de política interna. Más allá de la inspiración espiritual, los cardenales perfilan discretamente acuerdos y consensos, delineando el futuro de la Iglesia en uno de los procesos electorales más trascendentales de los últimos años.
