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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
viernes 20 de junio del 2025.

Garrapatas, cubetazos y señalamientos

Ciudad Juárez, nuestra frontera que no descansa, suma ahora, en la época de calor, otro enemigo a su ya larga lista de males: las garrapatas.

Cinco zonas de la ciudad están bajo alerta por brotes de estos parásitos que, además de repulsivos, pueden ser peligrosos. No es metáfora, aunque bien podría serlo de algún partido político. Porque si algo abunda en esta ciudad —y en este país— son los parásitos: de los que chupan sangre literal… y de los otros, los que se cuelgan del poder, del erario y de los ciudadanos sin el menor pudor.

La aparición de garrapatas no es menor. Es síntoma de abandono urbano, de políticas sanitarias inexistentes y de colonias olvidadas por gobiernos que solo llegan en campaña o que, cuando están en funciones, solo se les ocurren ideotas (o sea, una idea grande), como la de “el cochino de la semana”.

No sorprende que los focos rojos estén donde la pavimentación es un mito, el drenaje un lujo y la recolección de basura una cortesía ocasional. ¿Qué esperaban? ¿Salubridad escandinava en el desorden urbano más caótico del norte del país?

El sector salud reacciona con la velocidad de un perezoso sedado. Además de la falta de recursos, falta voluntad. En México, hasta las plagas tienen más iniciativa que los funcionarios. Solo basta con revisar las estadísticas y darnos cuenta de que, año con año, desafortunadamente tenemos muertes por picaduras de garrapatas.

Y mientras en Juárez combatimos garrapatas, en la capital del país el crimen ya se mete de lleno en la política. El senador estadounidense Marco Rubio —ese que pocas veces se calla— declaró abiertamente que la violencia política en México es real, aludiendo al muy lamentable y reciente asesinato de dos personas muy allegadas a la jefa de gobierno de la CDMX, Clara Brugada.

Y claro que es real. Lo saben los más de 30 políticos asesinados este año, lo saben sus familias y lo sabe el crimen organizado, que hoy también decide quién sí y quién no… Y lo sabemos todos, aunque el gobierno lo niegue entre cifras alegres y conferencias matutinas cada vez más desconectadas de la realidad.

Lo grave no es que lo diga un senador estadounidense, sino que sea más contundente que cualquier declaración de nuestros gobernantes. Mientras México se baña en sangre, la clase política sigue negando la realidad con la terquedad de un borracho que insiste en que “controla todo el pedo”. ¿Cuántos cadáveres más necesitan para aceptar que el país arde?

Y sin embargo, entre tanta podredumbre, a veces se asoma una chispa de humanidad. En la colonia Independencia II de nuestro querido Juaritos, policías y vecinos ayudaron a apagar juntos un incendio en una casa habitación, en lo que llegaban los héroes cotidianos de la ciudad: los bomberos.

Los vecinos y los polis, sin protocolo, sin camionetas blindadas. Solo cubetas, manos, una manguera casera y mucha voluntad. Porque donde el Estado no alcanza, la comunidad aún responde. Esa escena dice mucho: que estamos solos, sí, pero no rendidos. Que el caos no ha matado del todo a la solidaridad.

Pero déjeme le digo que, cuando la gente debe convertirse en brigada de emergencia porque los gobiernos no equipan de manera adecuada a las corporaciones —como la de los bomberos—, nos queda claro que estamos gobernados por fantasmas.

El mensaje es claro: sálvese quien pueda, porque el gobierno no salva a nadie.


EPÍLOGO:

El país sigue ardiendo: entre fuego literal, políticos inmolados y plagas que no distinguen entre humanos y animales. Y mientras unos se organizan para apagar incendios con cubetas, otros, en la cúspide del poder, ni siquiera encuentran una manguera para detener la descomposición institucional.

Tal vez el problema no sean las garrapatas. Tal vez el problema es que, en este país, cada día más ciudadanos entienden que el verdadero peligro no siempre camina sobre ocho patas.

Seguiremos siendo una nación donde la gente sobrevive, no gracias al gobierno, sino a pesar de él.

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