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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
sábado 21 de junio del 2025.

Juárez, la ciudad que el crimen devora

Ciudad Juárez arde, y no es solo por el calor del desierto. Nuestra ciudad despierta cada mañana con tres noticias recurrentes: opioides, extorsiones y cadáveres.

Es el fuego del crimen organizado que quema vidas, comercios y esperanzas. Es el veneno del fentanilo que mata a nuestros jóvenes. Es la extorsión que doblega a los valientes y la inseguridad que se ríe en la cara de un alcalde, Cruz Pérez Cuéllar, que parece más ocupado en paseos internacionales que en apagar el infierno que consume su ciudad. Mientras tanto, túneles, rumores de listas negras y tragedias personales pintan un panorama donde la frontera no solo divide países, sino la realidad de la retórica oficial.

La inseguridad en Juárez no es noticia; es una herida abierta que no cicatriza. El viernes 17 de mayo, cuatro personas fueron ejecutadas a balazos en un solo día, un recordatorio brutal de que el crimen organizado no descansa. Operan con una impunidad que hace de las calles un campo de batalla, mientras Pérez Cuéllar presume mesas de seguridad y “avances” que solo existen en sus discursos. ¿Dónde está la estrategia que prometió? Porque los cuerpos en las esquinas y las balas en el aire cuentan otra historia: la de una ciudad donde el miedo manda más que el municipio.

Y luego está el fentanilo, el asesino silencioso que se lleva a los jóvenes de Juárez. Cinco muertes por sobredosis en un fin de semana, reporta la Fiscalía de Chihuahua, y la cifra no sorprende. La crisis de opioides es una epidemia que el gobierno municipal ignora, como si las vidas de esos chicos fueran desechables. No hay campañas de prevención, no hay centros de rehabilitación suficientes, solo titulares que se desvanecen mientras las familias entierran a sus hijos. Pérez Cuéllar, ¿dónde está la urgencia? ¿O es que las estadísticas de muertos no caben en tus “reels” de autopromoción en las redes sociales?

Los comerciantes, esos héroes anónimos que sostienen la economía local, enfrentan su propio calvario. El 13 de mayo, cinco tiendas en el centro de Juárez fueron incendiadas por extorsionadores tras negarse a pagar cuotas. Un lesionado, pérdidas totales y un mensaje claro: en esta ciudad, resistir al crimen tiene un costo. Estos no son simples delitos; son actos de terrorismo que prosperan en la sombra de una autoridad que no protege. Pérez Cuéllar habla de “cooperación ciudadana”, pero ¿qué cooperación puede haber cuando los ciudadanos están solos ante el hampa?

¿En qué momento bajamos la guardia? ¿Dónde quedó la indignación civil? ¿Cuándo fue que normalizamos pagar “cuota” para trabajar en paz? ¿Cuántas vidas más deben arder, cuántas madres deben enterrar hijos muertos por consumir fentanilo, cuántos jóvenes deben desplomarse con los ojos vacíos y la sangre saturada de opioides para que entendamos que Juárez está enferma?

Y luego está la sombra de la “Marco’s List”, esa supuesta lista negra que, aunque no confirmada, circula en murmullos desde los Estados Unidos. Se dice que señala a funcionarios mexicanos, incluido el propio Pérez Cuéllar, por presuntos nexos con el crimen organizado. Los rumores apuntan al túnel clandestino que traficaba drogas e inmigrantes a Texas, una operación que habría puesto a Juárez en la mira de Estados Unidos. Verdad o no, la especulación crece porque el alcalde no da respuestas. Su silencio es un eco que resuena en una ciudad donde la desconfianza ya es moneda corriente.

Para colmo, la tragedia personal toca a su círculo cercano. El señor Arturo Urquidí, director de Regulación Comercial y uno de sus colaboradores más leales, desafortunadamente murió en un accidente de motocicleta en Monteverde, Nuevo México, hace días, dejando a su esposa gravemente herida y hospitalizada. Pero, curiosamente, Pérez Cuéllar no ha cruzado la frontera para visitarla. ¿Por qué? ¿Acaso el alcalde, tan dado a los reflectores internacionales, teme no ser bienvenido en suelo estadounidense? ¿Será que las especulaciones sobre su estatus migratorio tienen algo de verdad? No lo sabemos, pero su ausencia en un momento de dolor levanta cejas y alimenta sospechas. En Juárez, hasta las omisiones cuentan historias.

Esta ciudad merece más que un alcalde que posa para la foto mientras el crimen, el fentanilo y las extorsiones la consumen. Merece un líder que enfrente la realidad, no que la esquive en giras a Taiwán o en obras de relumbrón. Juárez no necesita más pasos elevados; necesita seguridad, prevención y justicia. Porque aquí, en esta frontera donde una chispa basta para desatar un infierno, el fuego no solo quema locales y bosques: quema la confianza en un gobierno que, bajo Cruz Pérez Cuéllar, parece más perdido en el humo que dispuesto a apagarlo.


EPÍLOGO: Cruz Pérez Cuéllar se pinta como el salvador de Juárez

Cruz Pérez Cuéllar se pinta como el salvador de Juárez, pero su gestión está llena de claroscuros. Por un lado, presume obras y alianzas internacionales; por otro, no puede ocultar la violencia desbocada, las acusaciones de corrupción y la percepción de que sus prioridades están en su imagen más que en los juarenses. Su supuesta popularidad del 65 % choca con una ciudad donde se queman tiendas, los baches son el día a día y el fentanilo gana terreno. ¿Es Cruz un líder transformador o un político oportunista que sabe vender espejitos? Las evidencias apuntan más a lo segundo: un alcalde que viaja al extranjero mientras Juárez se desangra y que pone piedras de obras, mientras la inseguridad las sepulta.

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