¿Se acuerda usted de que hace unas semanas se presumió un viaje a Taiwán, donde nos mandaron saludos diciendo que estaban muy contentos con la ciudad? Pues ahora resulta que una de las empresas más poderosas del mundo, como Foxconn —la fábrica de fábricas—, tiene que pedir al gobierno municipal que, por favor, le recojan la basura, le arreglen las calles y le den un poco de orden urbano a su entorno. No estamos frente a una petición: estamos frente a una humillación. Y no para la empresa, sino para Juárez.
Es el equivalente corporativo a que Elon Musk le mande un WhatsApp al alcalde diciéndole: “Oye, bro, ¿no tienes a alguien que tape estos baches?”. Porque resulta que, mientras se presume a Juárez como epicentro del nearshoring, la realidad es que no se puede garantizar ni el alumbrado en los parques industriales de aquella zona de la ciudad. A ver cómo lo ponen en el próximo folleto de promoción económica: “Invierta en Juárez, donde el agua se quita y se pone, la basura está por todas las calles y los funcionarios aparecen… solo cuando hay foto”.
Y hablando de funcionarios, hablemos de los que ya hay muy pocos. Doña Maru Campos fue elegida la líder de los gobernadores panistas, que por cierto son minoría en el país. Imagine usted cómo estarán de flacas las vacas, que escogen a una gobernadora que tiene completamente olvidada a la frontera más importante del estado grande. Dentro de sus funciones estarán las de asistir a las reuniones con la presidenta de la República, la doctora Claudia Sheinbaum, pero si apenas la semana pasada no pudo acompañarla a un viaje por la sierra de nuestro estado.
Una visita programada que se dio para regresar reservas territoriales a nuestros pueblos originarios, pero la gobernadora comentó que, por problemas logísticos, no pudo llegar. ¿Será que a las reuniones en la CDMX sí no le batalle en tomar el avión para presentarse?
Complicada situación tienen los gobernadores de oposición: se les avecinan las elecciones y no se ve por dónde puedan, al menos, dar una pequeña batalla para no perder sus estados.
Pero no todo es abandono o descomposición. A veces —sólo a veces— alguien hace lo correcto. Como en el caso de la clausura de una obra que decidió, con toda desfachatez, talar diez árboles en Ejército Nacional como si fueran estorbos de decoración. ¿Quién necesita sombra, oxígeno o naturaleza en una ciudad desértica con más de 40 grados, verdad?
Por fortuna, la multa y clausura llegaron. Y no, no es suficiente, pero es un mensaje: ya no se puede seguir destruyendo lo poco que nos queda del entorno urbano con total impunidad. A los desarrolladores les urge entender que progreso no es sinónimo de cemento; que construir no debe implicar arrasar.
De igual manera, es un llamado de atención a los funcionarios locales. No podemos permitir que las inversiones vengan a destruir y a hacer lo que les dé la gana… ¿quién va a restituir esos árboles? El daño ya está hecho, y veamos si se les pone un castigo ejemplar. Esperemos que la empresa tenga responsabilidad social y se encargue de sembrar al menos 100 árboles en la ciudad. Y cuidarlos, claro está.
EPÍLOGO:
Así que, mientras las empresas claman por servicios básicos, la gobernadora lidera con maromas a los gobernadores de oposición, y la naturaleza se defiende sola como puede, Juárez sigue atrapado en una contradicción feroz: queremos ser ciudad global… con prácticas de rancho.
Y eso, por más propaganda que le pongan, no lo arregla ni el nearshoring, ni los arbolitos plásticos de Navidad.