H. Cd. de Chihuahua.- La elección de León XIV como nuevo líder de la Iglesia católica no solo ha hecho historia por su origen estadounidense, sino que también ha abierto un debate legal inédito: ¿puede un ciudadano de Estados Unidos ser, al mismo tiempo, jefe de un Estado extranjero?
Robert Prevost, su nombre antes de asumir el pontificado, nació en Chicago y es el primer papa proveniente de EE.UU. Además, cuenta con ciudadanía peruana desde 2015, otorgada por su labor misionera y episcopal en ese país. Ahora, como jefe del Estado Vaticano y máximo representante del catolicismo, su situación ha captado la atención de expertos en derecho internacional.
El Departamento de Estado de EE.UU. advierte que puede revisar el estatus de ciudadanía de cualquier ciudadano que asuma funciones como jefe de Estado extranjero, aunque hasta el momento no se ha emitido ningún pronunciamiento oficial respecto a León XIV.
Según el académico Peter Spiro, de la Universidad del Temple, la ley norteamericana establece que un ciudadano no pierde su nacionalidad salvo que exprese claramente su voluntad de renunciar a ella. “Es altamente improbable que EE.UU. le retire la ciudadanía al papa”, explicó.
Además, no hay antecedentes de que otros papas recientes —como Juan Pablo II (Polonia), Benedicto XVI (Alemania) o Francisco (Argentina)— hayan renunciado a la nacionalidad de sus países natales.
Desde el ámbito simbólico, León XIV parece haber querido marcar distancia con su origen estadounidense al no hablar inglés en su primer discurso como pontífice. Prefirió comunicarse en italiano y español, lo cual, según la historiadora Margaret Susan Thompson, es un mensaje claro: “No es un estadounidense sentado en el trono de Pedro, es el papa de toda la Iglesia universal”.
Mientras se despejan las dudas legales, León XIV ya ha hecho historia, no solo como el primer papa nacido en EE.UU., sino como figura que encarna la complejidad de una Iglesia cada vez más globalizada.