Juárez sigue siendo el laboratorio donde la descomposición institucional se prueba a diario, en pequeñas dosis letales. Comencemos con Morena, ese partido que insiste en redefinir el concepto de “obediencia institucional” como si fuera opcional.
El Instituto Nacional Electoral les dice que no, que no se puede usar propaganda personalizada que ahora denominan acordeones del bienestar. ¿Y qué hace Morena? Lo afina. Lo perfecciona. Lo convierte en arte.

El “acordeón” electoral, con nombres y fotos de candidatos, se despliega en plazas y calles con la elegancia de quien sabe que no le va a pasar nada. La ley, al parecer, es solo una sugerencia para el partido en el poder. Y los órganos electorales, con sus tibias amonestaciones, solo hacen el ridículo institucional de gritarle al viento. Luego nos quejamos porque la ciudadanía pierde lo poco que le quedaba de fe en el proceso. ¿¿Elecciones limpias?? Aquí solo hay trampas con sello oficial.
Mientras tanto, a plena luz del día y en una de las zonas más transitadas, un hombre sale del banco y lo reciben no con un “gracias por su preferencia”, sino con plomo. Un millón de pesos desparramado por el pavimento y una víctima más de la inseguridad rampante que hace de Juárez el escenario ideal para el crimen oportunista. Aquí no hay necesidad de sofisticación: basta saber a qué hora retiran el efectivo, seguir el coche, disparar y listo. Es el colmo de la impunidad que ni siquiera afuera de una sucursal bancaria haya garantías mínimas de protección. Y luego nos preguntamos por qué la gente ya ni va al banco… ni a votar.
Pero no todo son malas noticias. También tenemos obras. Obras que empiezan. Obras que prometen. Obras que… bueno, que a veces hasta se hacen. En este caso, la ampliación del bulevar Las Torres, que empezaría en julio. Y decimos “empezaría” porque en esta ciudad ya aprendimos a desconfiar de cualquier futuro con verbo en condicional. Ojalá ahora sí sea cierto. Porque entre baches, camiones de carga y desarrollos desbordados, Las Torres se volvió más infierno que vialidad. El proyecto suena bien: tres carriles, concreto hidráulico, ordenamiento. ¿Qué podría salir mal? Todo, si el gobierno no le pone seriedad. Porque la experiencia nos ha enseñado que entre la promesa y la ejecución siempre se nos cuela el contratista del compadre, el proveedor inflado y el tramo que se inunda a la primera lluvia.
EPÍLOGO:
Así se mueve Juárez: entre el cinismo de la política, la violencia que no da tregua y obras que se anuncian con fanfarrias, pero se inauguran, si bien nos va, con pretextos.
Y mientras tanto, el ciudadano de a pie sigue siendo rehén de un sistema diseñado para exprimirlo. Y en este escenario, ¿de verdad nos vamos a sorprender si la participación electoral se desploma?