En México, cada vez es más fácil conseguir una medicina del gobierno… siempre y cuando no la necesites. Claudia Sheinbaum anunció con entusiasmo que las “Farmacias del Bienestar” estarán listas antes de que termine el 2025.
Un anuncio cargado de buenas intenciones, pero también de ese tufo clásico del obradorismo: prometer más, cumplir… quién sabe. Porque si algo ha demostrado esta transformación, es que en el país de los otros datos, la salud pública se receta con discursos, no con recetas surtidas completas.

Ya tuvimos un INSABI que no funcionó, una megafarmacia que nada surte, una vacuna patria que nadie encuentra, y ahora tendremos 15 mil farmacias nuevas. ¿Funcionarán? ¿Tendrán medicamentos reales o solo cajas con logo, esperanza y bienestar?
La historia nos enseña a desconfiar de las soluciones que se anuncian en las mañaneras que nadie ve, pero se desvanecen en la práctica. México no necesita más letreros luminosos; necesita que la señora de la tiendita de la esquina deje de ser mejor opción que un centro de salud. En este sexenio, la salud pública se mide en ruedas de prensa, no en estantes surtidos.
Pero si alguien pensaba que la salud era solo cosa de adultos, hoy nos despertamos con un dato escalofriante: el 38 % de los niños evaluados en escuelas mexicanas tienen diabetes o están en riesgo de tenerla. No es broma, es tragedia. Y no, no es culpa de los pastelitos, sino de un sistema educativo y familiar que dejó de enseñar nutrición y disciplina, y prefirió dejar todo en manos de lo que alcance con el presupuesto.
Mientras el gobierno reparte propaganda con forma de lonchera, los niños se nos enferman antes de aprender a multiplicar. México no tiene futuro si su infancia se desploma bajo el peso de una dieta que es puro azúcar y promesas huecas.
Y por si fuera poco, como cereza en el pastel enmohecido, ahora resulta que extorsionar en los puentes fronterizos por el cruce de mercancía extranjera ya no es “una sospecha”, sino práctica documentada. Sí, en Juárez, el punto donde la economía binacional debería florecer, lo que florece es la cuota ilegal. A los empresarios les cobran por dejar pasar productos. Es decir, un impuesto paralelo. Un SAT criminal que sí cobra, sí castiga y no perdona. ¿Y las autoridades? Callan. O peor: ¿cooperan?
Juárez no puede ser polo de desarrollo si lo que se desarrolla es el crimen organizado. No se puede hablar de nearshoring y reactivación económica cuando los negocios deben pagar doble: una cuota legal y otra para no ser quemados, robados o perseguidos. La extorsión no es “un tema de seguridad”, es un cáncer económico. Y lo estamos dejando crecer.
EPÍLOGO:
Megafarmacias vacías con las cuales quieren llenar farmacias que aún no existen, niños enfermos sin atención real y aduanas secuestradas por el crimen. ¿Qué más necesita este país para reconocer que el problema no es la herencia, sino el abandono?
El país no necesita más placebos: necesita terapia de shock contra la corrupción, la simulación y la complicidad. Pero mientras el gobierno siga automedicándose con mentiras, el paciente sigue en coma.