Ciudad Juárez estrenará más de 100 patrullas modelo 2025. Camionetas nuevas, flamantes, con pintura reluciente y quizá hasta olor a plástico reciĂ©n desempacado. Y mientras se presume el gasto, muchos ciudadanos se preguntan si esos vehĂculos vienen con una cláusula de eficacia incluida o si solo son escenografĂa para aparentar control en una ciudad donde la percepciĂłn de seguridad sigue en nĂşmeros rojos.
Porque sĂ, las patrullas pueden ser nuevas, pero los problemas son los de siempre: extorsiones, impunidad, corrupciĂłn interna y una fuerza policiaca que inspira más miedo que confianza. En Juárez, los uniformes no garantizan ley y las camionetas no aseguran justicia. La inversiĂłn en seguridad no puede medirse en caballos de fuerza, sino en resultados tangibles: menos delitos, más detenciones legales, más confianza ciudadana. De nada sirve el parque vehicular más moderno si la ciudadanĂa sigue viendo a los policĂas como parte del problema y no de la soluciĂłn.
Y hablando de problemas, cruzar la frontera se ha convertido en deporte extremo para los traileros. Si no son extorsionados por grupos criminales en territorio mexicano, ahora tambiĂ©n deben lidiar con las amenazas racistas del lado estadounidense. Donald Trump, en su eterno retorno al discurso cavernĂcola, acaba de declarar que si los traileros no hablan inglĂ©s, se pueden ir diciendo “goodbye”. Otra muestra de que su polĂtica migratoria no busca resolver, sino humillar.
Lo que Trump no entiende —o finge no entender— es que el comercio binacional se sostiene, en buena medida, sobre los hombros de esos mismos conductores. Son ellos quienes, con largas jornadas y salarios mĂnimos, mantienen viva la maquinaria del intercambio comercial. Su castigo no solo serĂa injusto: serĂa suicida para la economĂa que Ă©l dice defender. Pero, claro, el discurso fácil siempre vende más que los datos.
Mientras tanto, en Juárez, esos mismos traileros están siendo estrangulados por otro frente: el de las extorsiones. Cobros ilegales para poder circular, amenazas constantes y una total ausencia del Estado donde más se necesita. ¿Y las autoridades? Con suerte, estrenando patrullas; con mala suerte, participando en la repartición de cuotas.
EPĂŤLOGO:
Asà es la frontera: modernización para la foto, abandono para el fondo. Trailero que cruza, trailero que paga. Y si se queja, del lado gringo lo despiden y, del lado mexicano… lo silencian.
En resumen: tenemos patrullas nuevas, sĂ. Pero seguimos atrapados en los mismos viejos vicios. Y cada dĂa que pasa sin una estrategia real de protecciĂłn al transporte es otro dĂa que perdemos no solo comercio, sino dignidad.