La jornada electoral de este domingo primero de junio no necesitó caos para ser cuestionada. Bastaron los celulares. Porque en tiempos donde todo se graba, Morena presumiblemente decidió jugar sucio a plena luz del día: ofreciendo dinero a funcionarios de casilla. Sí, otra vez, la democracia a la venta… y con cambio exacto.
El video que circuló este domingo no deja lugar a dudas: billetes, presión y operadores de partido haciendo lo que mejor saben hacer, coaccionar, pero ahora sin siquiera el pudor de la discreción. Que no nos vengan con excusas de “hechos aislados”. Lo que vimos es una estrategia sistemática: comprar desde adentro lo que no se ganan en las urnas. ¿Y las autoridades? Calladas. “Ya se resolvieron 22 incidencias”, dice la Asamblea Municipal. Como si borrar una queja del pizarrón fuera suficiente para limpiar la trampa.

Lo más cínico es que ni siquiera lo niegan con firmeza. Ni Morena ni nadie. Total, en México ya se normalizó que robar elecciones sea una táctica, no un escándalo.
Y para rematar el domingo con broche de vergüenza, desde la alta esfera de la retórica política nos recetaron “las tres mentiras”: que no hay narcoelecciones, que no hay violencia política y que no hay manipulación del voto. Todo mientras periodistas son señalados, candidatos renuncian por amenazas y operadores electorales reparten billetes como si fueran volantes.
No hay forma elegante de decirlo: están destrozando el poco tejido democrático que nos quedaba. Y lo hacen desde el poder, con recursos públicos, con cinismo de sobra y con impunidad garantizada.
Quedará la duda si ayer votamos con libertad. Lo que sí me queda claro es que votamos con el estómago, con miedo, con ignorancia del proceso y de los candidatos, o con desconfianza. Y eso, por más que sumen cifras y sonrían ante cámaras, no es democracia. Es simulación en horario electoral.
EPÍLOGO:
Los elegidos cargan con la sombra de la indiferencia y la sospecha. Y el silencio de la poca participación, cómplice de la endeble democracia.