El maltrato animal es tanto un reflejo como un detonante de la violencia social. Forma parte de una cadena de agresiones que impactan a la sociedad en su conjunto, afectando el desarrollo individual y colectivo. La violencia, entendida como un acto intencional que busca dominar, agredir o causar daño, puede presentarse de diversas formas, desde la violencia verbal hasta el homicidio.
Suele ser ejercida por quienes tienen poder en una relación, pero también puede dirigirse hacia objetos, animales o incluso hacia uno mismo. En este contexto, la crueldad, definida como la indiferencia o el placer ante el sufrimiento ajeno, es considerada un trastorno psicológico, y cuando se manifiesta en la infancia, especialmente hacia los animales, puede ser un signo temprano de trastornos antisociales o de conducta.
Diversos estudios, como uno realizado en Estados Unidos, han demostrado que, aunque no todos los maltratadores de animales se convierten en criminales, la mayoría de los asesinos en serie tienen antecedentes de crueldad animal.
Muchos niños pueden pasar por etapas en las que lastiman insectos por curiosidad, pero con la guía adecuada pueden aprender a reconocer que los animales sienten dolor. Por ello, la educación en valores desde temprana edad es fundamental. Los niños forman su sentido ético imitando a los adultos, por lo que es urgente una colaboración activa entre padres, docentes, psicólogos, trabajadores sociales, veterinarios y organizaciones protectoras de animales para prevenir el maltrato y evitar que escale a formas más graves de violencia en la sociedad.