31°

Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
25 de julio 2025

“Todos los niños necesitan un poco de hambre, frío y sed”

“Todos los niños necesitan un poco de hambre, frío y sed”

Una reflexión sobre los equilibrios en la crianza y la resiliencia infantil Por Eder Valdez. Psicólogo Clínico

Hay frases que incomodan porque nos sacuden con su verdad, aunque no estén escritas en libros sagrados ni firmadas por autores de renombre. Esta, por ejemplo: “Todos los niños necesitan un poco de hambre, frío y sed”. No la dijo Confucio ni Rousseau, pero bien pudo haberlo hecho. Porque detrás de esas palabras se esconde una idea poderosa: los niños no crecen solo con afecto y protección; también necesitan pequeñas dosis de carencia para construir fortaleza interior.

En un mundo donde todo parece girar alrededor del confort inmediato —el snack en la mochila, el clima ideal en la habitación, el juguete que nunca falta—, se nos olvida que la frustración dosificada también educa. No hablamos de negligencia ni de abandono, sino de permitir que el niño sienta, en espacios seguros, los bordes del mundo real: que espere un poco, que camine un tramo, que tolere el “no”.

Como diría Boris Cyrulnik, la resiliencia no nace en la abundancia, sino en el equilibrio: “no se trata de no caer, sino de aprender a levantarse”. Los niños que nunca han esperado, que nunca han enfrentado la mínima incomodidad, difícilmente sabrán qué hacer con las tormentas emocionales que la vida inevitablemente trae.

También Jean-Jacques Rousseau, en El Emilio, advertía que educar no es allanar el camino, sino enseñar a caminar por él. Si los envolvemos en algodones, crecen frágiles ante cualquier rasguño.

¿Cómo encontrar ese equilibrio saludable en casa? Aquí te comparto tres ideas prácticas:

  1. Permitir que experimenten la espera.

No responder de inmediato a todas sus demandas. Postergar el gusto enseña a valorar, fortalece la tolerancia a la frustración y da lugar al deseo verdadero.

  • Que asuman pequeñas responsabilidades. Hacer su cama, preparar su mochila, ayudar en casa. No como castigo, sino como parte de ser comunidad. Lo simple, bien hecho, también educa el carácter.
  • Nombrar las emociones difíciles sin resolverlas por ellos.

Acompañar el llanto sin apagarlo. Escuchar su enojo sin premiarlo. Validar no es consentirlo todo, es enseñar que podemos sentir sin ser arrasados por lo que sentimos.

Porque criar no es evitar la incomodidad, sino acompañarla con presencia y afecto. Que el niño sienta frío, sí, pero sabiendo que hay abrigo disponible. Que tenga sed, pero sabiendo que aprenderá a buscar agua. Que sienta hambre, no de comida, sino de sentido, de retos, de pertenencia.

A veces, en este afán de darlo todo, olvidamos que también el vacío enseña. Y recuerda; “Educar es enseñar a resistir, no a evitar.” -Rousseau-

Compartir
Facebook
Twitter
WhatsApp