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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
24 de octubre 2025

Puertas cerradas, demonios internos y el mercado controlado

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Mientras el sol arde sobre el desierto y los migrantes se lanzan al sueño americano con la esperanza de no despertar en una pesadilla, Estados Unidos decide reforzar la Puerta 36. Es decir: mĂĄs concreto, mĂĄs acero, mĂĄs agentes, mĂĄs cĂĄmaras. Un punto ciego que dejĂł de serlo tras las oleadas humanas que lo cruzaron en masa. Y aunque los muros fĂ­sicos son evidentes, los invisibles son mĂĄs crueles: los de la desesperanza, los de la criminalizaciĂłn automĂĄtica, los que separan al que huye de la violencia del que defiende “la ley y el orden”. En esta frontera, cada bloque de concreto es un espejo roto.

Pero si allĂĄ se blindan con metal, acĂĄ seguimos atrapados en redes mĂĄs peligrosas. La Ășltima revelaciĂłn es tan escandalosa como cotidiana: el crimen organizado no solo trafica drogas y armas, tambiĂ©n controla el precio del pollo, el huevo y la leche. En muchas regiones del paĂ­s, los cĂĄrteles ya no son solo verdugos: son distribuidores, mayoristas, reguladores de precios. La economĂ­a del miedo ha sustituido al libre mercado. Y mientras eso ocurre, la autoridad responde con declaraciones tĂ­midas o silencios cĂłmodos. AsĂ­, lo verdaderamente satĂĄnico no estĂĄ en los sĂ­mbolos, sino en el sistema.

Y hablando de sĂ­mbolos: en Catedral de Ciudad JuĂĄrez, los fieles presenciaron exorcismos para expulsar los demonios de quienes —segĂșn los ministros— se habĂ­an tatuado signos “satĂĄnicos”. MĂĄs allĂĄ de lo pintoresco, esta escena abre una ventana inquietante a nuestros temores colectivos. Porque cuando las instituciones no dan respuestas, la gente busca explicaciones en lo sobrenatural. El mal se transforma en tinta en la piel, y se combate con agua bendita y rezos. Pero el verdadero mal, ese que pudre gobiernos, corrompe mercados y destruye familias, rara vez se deja ver. Mucho menos se deja exorcizar.

EpĂ­logo: Ay mi Juaritos
Nos seguimos protegiendo de lo simbĂłlico mientras ignoramos lo estructural. Blindamos puertas, pero no polĂ­ticas migratorias. Denunciamos pentagramas, pero no a los funcionarios coludidos. Nos asusta el infierno, pero no el que vivimos todos los dĂ­as. QuizĂĄ porque este Ășltimo, a diferencia del otro, no se combate con rezos
 sino con valentĂ­a.

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