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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
11 de octubre 2025

“Borrarlos de la faz de la Tierra”… pero con qué plumón

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Hay frases que se lanzan como balas, pero se desinflan como globos. Esta vez fue el zar fronterizo de EE. UU., quien en un arranque de épica hollywoodense prometió, con acento de western tejano, “borrar a los cárteles de la faz de la Tierra”. Duro y sonoro. Pero como todo en esta guerra eterna contra el narco, la retórica va tres pasos adelante de la realidad. Porque mientras se declara la extinción del crimen organizado desde un pódium, del otro lado del muro cruzan armas, fentanilo y millones de dólares en efectivo… todos los días. ¿Borrarlos? Apenas si los manchan.

No es que falte intención. Es que sobran complicidades. Porque estos grupos no son fantasmas, ni operan en cuevas. Tienen oficinas, abogados, lavadores, prestanombres, ingenieros, ingenio. Funcionan como empresas transnacionales del delito. Y mientras no se reconozca que el problema no está solo en México, sino también en el consumo desbordado, la banca permisiva y los silencios políticos al norte del Bravo, seguiremos borrando con lápiz lo que se escribió con sangre.
Porque llevamos décadas escuchando el mismo discurso cada que cambia el gobierno en turno, mientras el fentanilo sigue cruzando como si fuera mercancía de Amazon y las balaceras en Juárez parecen el soundtrack de siempre. ¿De verdad creen que esta vez será diferente? O será otro capítulo de “La Guerra Contra el Narco: Temporada 351, Mismos Guiones, Mismos Finales”.

En ese contexto de crimen transnacional, Juárez también tiene su guerra interna. Esta semana, las autoridades locales reforzaron operativos contra la trata de personas, ese cáncer social que se esconde entre centros comerciales, salones de belleza y redes sociales. El anuncio suena bien, aunque ya sabemos que en este país la prioridad de un operativo no siempre es proteger víctimas, sino generar boletines. Ojalá esta vez sea distinto. Ojalá no se use a las víctimas como escenografía. Y ojalá no sea sólo una reacción al escándalo, sino una política constante y real.

Además si algo ha dejado claro esta ciudad, es que las tragedias no terminan cuando apagan la cámara. Ahí está el caso de la Funeraria del Carmen, cuyo propietario fue vinculado a proceso por almacenar cuerpos sin identidad, sin protocolos y sin respeto. Lo que comenzó como una denuncia por corrupción administrativa terminó como una postal del horror: cuerpos hacinados, familias sin respuestas, y un Estado incapaz de custodiar siquiera la dignidad de los muertos.

Porque en esta ciudad hasta los muertos salen sobrando. El tipo—ahora sí—pasó de recibir cadáveres a ser un sospechoso más, en un giro que ni las series de Netflix se atreverían a escribir. La pregunta obvia: ¿Cuántos más estarán metidos en negocios turbios disfrazados de servicios “legales”? En Juárez, hasta el último adiós puede ser parte de una broma muy macabra.

Sí, aquí se violan los derechos humanos incluso después de morir. Lo insólito es que seguimos viendo estos episodios como si fueran excepciones, cuando ya son parte del paisaje institucional.

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Decir que se borrará al crimen de la faz de la Tierra suena heroico… hasta que uno ve la realidad. Aquí los cuerpos se pudren en funerarias improvisadas, las mujeres son vendidas por WhatsApp y los narcos firman acuerdos tácitos con aduaneros y empresarios. Borrar no basta. Hace falta reescribir todo un sistema podrido que sigue repitiendo crímenes, con o sin tinta oficial.

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