En un mundo donde los titulares se escriben con la misma seriedad que un tuit de medianoche, MĂ©xico se dice que se anota un punto en el marcador global. La presidenta Claudia Sheinbaum, con la calma de quien sabe que la tormenta siempre vuelve, logrĂł convencer a Donald Trump –ese impredecible showman de la Casa Blanca– de aplazar por 90 dĂas los aranceles del 30% que amenazaban con darle un mordisco a la economĂa mexicana. ¡QuĂ© alivio! O, bueno, algo asĂ. Por lo pronto en el ZĂłcalo ya aventaron confetis y serpentinas para celebrar el “triunfo diplomático”.
“¡Acuerdo histĂłrico!” gritan los titulares oficiales mientras MĂ©xico y Estados Unidos firman otra tregua temporal. Claudia Sheinbaum se anota un “logro” al evitar –por ahora– los aranceles de Trump, pero tras el show diplomático queda el regusto amargo de saber que jugamos con las reglas del vecino.
El gobierno morenista lo vende como victoria: “Demostramos soberanĂa”, “Sheinbaum negociĂł como campeona”,
“Salvamos el T-MEC”. La cruda realidad muestra otra cara: El acuerdo es una pausa, no una victoria. No elimina los aranceles que ya están asfixiando sectores estratĂ©gicos. MĂ©xico ha cedido en silencio, militarizamos más la frontera, entregamos capos como moneda de cambio y seguimos bailando al ritmo que Trump impone. La pregunta incĂłmoda: ÂżMĂ©xico negocia o solo aplaza su rendiciĂłn? todo sin que Washington suelte un solo dĂłlar adicional ni afloje un milĂmetro su agenda. En vez de una estrategia clara, MĂ©xico juega al bombero: responde a los incendios que Trump provoca, y agradece si no los convierte en explosiĂłn.
Y mientras la polĂtica exterior se aplaude, Ciudad Juárez en su dĂa a dĂa tragicĂłmico se desangra en el desinterĂ©s. Julio cerrará con más de 100 homicidios dolosos, confirmando que el crimen no toma vacaciones, ni pausas de 90 dĂas.
Cien vidas truncadas, cien familias destrozadas, cien casos que probablemente quedarán impunes. La violencia ya no es noticia aquĂ; es el pan de cada dĂa, el paisaje sonoro de una ciudad abandonada a su suerte. Las autoridades repiten el mantra de siempre: “Reforzaremos operativos”, “Estamos cerca de detener a los responsables”, mientras las balaceras siguen sonando y las fosas clandestinas siguen llenándose. Juárez no necesita discursos. Necesita que alguien, alguien con poder, de verdad le importe.
Y como si la violencia no fuera suficiente, ahora también nos quedaremos sin agua. La J+ reporta más usuarios conectados, pero menor extracción. Es decir: más gente con menos agua. En nueve años, el consumo por habitante cayó un 20.6%, de 350 a 288 litros diarios. ¿La razón? Más casas, más fábricas, más todo, pero el recurso se agota. Las cuentas domésticas crecieron un 5.1%, las industriales casi se duplicaron, y el agua, como si supiera que no es bienvenida, simplemente se va.
Y eso que apenas comienza agosto. El calor no afloja, y el bolsĂłn está empezando a dar señales de agotamiento. Pero tranquilos, que las autoridades prometen proyectos… algĂşn dĂa.
El colmo: en plena crisis hĂdrica, siguen autorizando fraccionamientos nuevos como si el agua fuera infinita. ÂżHasta cuándo? Hasta que estalle, como siempre.
EpĂlogo: MĂ©xico celebra espejismos, Juárez sangra en silencio y el agua se acaba
La frontera se sostiene entre parches y acuerdos temporales. Trump impone ritmo, y MĂ©xico baila con cara de diplomático, pero pies de subordinado. AquĂ, entre la sangre y el polvo, nadie nos firma treguas. A nosotros no nos conceden 90 dĂas sin violencia, ni promesas de agua en la llave. En Juárez, los pactos llegan siempre tarde… y sin firma.