Lo que brilla son las marchas ciudadanas: gente que, usando lo poco que nos queda de libertad, alza la voz para exigir lo que debería ser un derecho y no un favor.
Lo que huele es el tráfico infernal que dejan las calles cerradas: miles atrapados, negocios paralizados y hasta vitrinas destrozadas.
Lo que apesta es que, después del ruido y el caos, las autoridades fingen sordera y todo se archiva en el cajón del olvido… dejando a los manifestantes con la sensación de haber sido usados como payasos en un circo político.