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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
4 de septiembre 2025

Grilla y beis: Indios contra Dorados, Juaritos contra Chihuahuitas

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El beisbol es un espejo fiel de la política. En el diamante como en la grilla, la pasión, los errores, los batazos de poder y las jugadas maestras definen victorias y derrotas. La final estatal que enfrenta a Indios de Juárez y Dorados de Chihuahua no es solo un clásico deportivo: es una metáfora perfecta de la eterna pugna entre la frontera rebelde y la capital centralista.

La fanaticada lo sabe: Juárez contra Chihuahua siempre despierta pasiones distintas a las que puedan provocar Mineros de Parral o Algodoneros de Delicias. No es un asunto de desprecio ni de desdén, es un choque de identidades, de estilos de vida y hasta de maneras de entender el poder. Lo que sucede en el Estadio Juárez trasciende los turnos al bat; es un reflejo de cómo dos ciudades intentan marcar la agenda del estado.

En el Estadio Juárez, se reanudó la serie empatada 1-1, con Indios pegando primero en Chihuahua (1-0) y Dorados respondiendo (7-5), (el tercer partido se lo lleva Indios 8-0 dejando la serie 2-1 favor el conjunto fronterizo) en una batalla a cuatro de siete que podría volver a la capital con aroma histórico. Pero detrás de los batazos y los ponches, los nervios no son solo de jugadores soñando bonos extras o fans rezándole a los santos.

Pero el juego también tiene otro palco, menos visible pero igual de nervioso: el de la política, son ellos (los políticos) que ven en cada home run un avance hacia Palacio de Gobierno. ¡Qué bonito es el deporte, cuando se mezcla con la grilla y nos recuerda que, en Chihuahua, hasta el béisbol es el diamante del poder!

La rivalidad Indios vs. Dorados es puro fuego: 25 años después de la última final en 2000, donde Juárez se coronó, la serie arranca con Indios listos para revivir su grandeza (11 campeonatos) contra los 15 de Dorados. El estadio quedará chico para los tres juegos en Juárez, con la afición juarense rugiendo por una victoria que borre la espina de seis finales perdidas.

Pero no nos engañemos: este “Juaritos contra Chihuahuitas” no es despectivo, es olímpico… o al menos eso dicen. En realidad, es un choque de egos estatales, donde la frontera choca contra la capital en un espíritu deportivo que huele a revancha política. Los jugadores pelean por aplausos y lana extra, pero los verdaderos estrategas en las gradas son los políticos, que usan el béisbol como tribuna para medir fuerzas.

Hoy, el simbolismo es clarísimo: Indios representan el proyecto de Cruz Pérez Cuéllar, el alcalde de “Juaritos” y según se dice; fanático de la tribu, que ve en cada victoria un empujón mediático hacia la gubernatura. Del otro lado, Marco Antonio Bonilla, el alcalde “Chihuahuita” exquisito, entrega cuerpo y alma a Dorados, usando cada jonrón para posicionarse como el delfín de la capital. La tensión no es solo en el montículo: es en el Palacio de Gobierno. Una victoria de Indios daría a Cruz un boost de imagen que duraría semanas y que bastante falta le hace, porque no ve la luz del día, mientras Bonilla, si pierde, no bajará la testosterona política, pero sí pierde terreno. ¡En Chihuahua, el béisbol no es juego: es precalentamiento para la elección!

Esta final no solo decide un campeón; decide narrativas. Si Indios gana, Juárez presume “la frontera manda”, y Cruz Pérez Cuéllar sale como el líder que une a la ciudad en la victoria, ganando puntos para 2027. Si Dorados se impone, Bonilla y la capital gritan “el centro es el corazón del estado”, erosionando el poder fronterizo. La serie, con abridores repetidos como Damián Mendoza (14 ponches en el primero) y Sergio Rodríguez (7 innings en blanco en el segundo), promete drama, pero el verdadero jonrón es mediático

La pregunta es: ¿qué leerán los ciudadanos de todo esto? ¿Será que seguiremos viendo el deporte como simple espectáculo o entenderemos que el poder político, como el beisbol, también requiere estrategias, relevos oportunos y un buen bullpen para resistir los innings largos?

Hoy más que nunca Juárez y Chihuahua están llamados a repensarse. La rivalidad no debe reducirse a un marcador ni a un mitin. Se necesita un proyecto que logre juntar la fuerza indómita de la frontera con la estructura de la capital. Porque mientras seguimos aplaudiendo jugadas en el campo, el verdadero partido —el que define si este estado puede salir del bache o no— se sigue jugando en las gradas del poder.

Y ahí, querido lector, no se vale solo ser espectador. ¡Que gane el mejor, y arriba mis Indios!

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