
El informe de la senadora Andrea Chávez, lejos de consolidarse como un ejercicio de rendición de cuentas y fortalecimiento político, terminó siendo un escaparate de fricciones, desencuentros y simulaciones. Lo que pudo haber sido una oportunidad para tender puentes y demostrar madurez política, se convirtió en un episodio marcado por la confusión y la falta de credibilidad.
La senadora arrancó con una afirmación que, de entrada, cimbró al PAN. Anunció la presencia de las alcaldesas de Cusihuiriachi y Satevó, Blanca Estela Marión y Norma Muñoz. La noticia parecía un golpe estratégico contra Acción Nacional, pero minutos después fue desmentida categóricamente. No habían asistido, no se habían sumado a Morena, y el supuesto triunfo político de Chávez resultó ser otra de esas jugadas que en lugar de fortalecer, desgastan.
Lo más preocupante no es solo el tropiezo de un discurso con datos falsos, sino el trasfondo. Una lista de invitados inflada, nombres mencionados que jamás pisaron el evento, y un público compuesto en gran parte por acarreados. Ese vicio tan viejo en la política mexicana que lejos de desaparecer encuentra nuevas formas de disfrazarse. ¿Qué clase de liderazgo presume quien necesita llenar espacios con confusión y sillas ocupadas por obligación más que por convicción?
Al final, lo que captó la atención no fueron sus propuestas, ni su único logro legislativo presumido. Lo que quedó en la retina ciudadana fueron los espectaculares con caricaturas de dudoso gusto, la fotografía con Gerardo Fernández Noroña y la polémica generada por la mentira de las alcaldesas. Si ese era el objetivo lo logró; si la idea era rendir cuentas, fracasó. Y lo triste es que en Chihuahua la política se sigue midiendo en ruido y escándalo, en vez de en resultados tangibles.
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Hugo González, presidente del Consejo Estatal de Morena, ya levantó la mano y lanzó un claro mensaje. Es tiempo de los auténticos. Con un gesto de advertencia hacia su propia compañera la diputada Brenda Ríos y con la mira puesta en la alcaldía de la capital, González empieza a mover las aguas en un partido que hasta ahora ha navegado con candidatos prestados.
Y es que el reclamo no es menor. En las dos últimas elecciones municipales, Morena apostó por perfiles con pasado en el PAN o en el PRI. Figuras recicladas que en lugar de consolidar al movimiento han dejado un sabor amargo y lo más grave han entregado derrotas. El argumento de González y de su círculo más cercano es sencillo pero contundente. ¿Cómo pretende Morena consolidarse en Chihuahua si sus cartas fuertes son precisamente los cuadros que antes combatía?
La exigencia del dirigente estatal va más allá de su interés personal. Lo que plantea es el hartazgo de la militancia fundadora, esa que se siente desplazada por conveniencias de coyuntura. Si Morena quiere ser opción real en Chihuahua capital necesita dejar de improvisar con aspirantes que ven en el partido una tabla de salvación cuando las puertas de sus antiguos institutos políticos se les cierran.
Con o sin candidatura lo que Hugo González ha puesto sobre la mesa es un debate urgente. El de la coherencia. Porque si Morena pretende seguir creciendo en el estado, tarde o temprano tendrá que dejar de vivir de prestados y apostar por sus propios perfiles. Y en esa decisión se juega no solo una elección municipal sino la credibilidad de un movimiento que presume autenticidad pero que en Chihuahua aún no logra demostrarla en las urnas.
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Todo parece indicar, aunque parezca increíble, que el diputado Arturo Zubía del Partido Acción Nacional con cabecera en Camargo busca nuevamente lanzarse como candidato a la alcaldía Chorizera . El nombre de Zubía aparece una y otra vez en cada trienio, como si la política en Camargo se hubiera reducido a una especie de monopolio electoral con el mismo aspirante reciclado.
Hay quienes dicen que en la tierra choricera solo hay dos gallos cada tres años, Arturo Zubía y cualquier otro que el PAN se atreva a poner en la boleta. Esa dinámica ha generado inconformidad en sectores sociales y políticos que acusan un acaparamiento de estructuras, instituciones y hasta de la operatividad política del municipio. Para ellos, más que un liderazgo sólido, se trata de una costumbre que raya en el desgaste.
El propio Zubía goza de fama de ser un hombre de trato amable, cercano y con buena disposición. Sin embargo, a la hora de evaluar su paso por la administración municipal y su papel como legislador, el balance no convence a muchos. Son voces que cuestionan qué méritos reales justifican su insistencia por gobernar de nuevo, y si sus periodos previos dejaron un legado tangible o solo más de lo mismo.
Ahora que se le ve con una actividad renovada, los rumores apuntan a que ya está encaminado rumbo a la presidencia municipal de Camargo. La pregunta es si los votantes seguirán aceptando la repetición de un libreto político predecible o si llegará el momento en que la ciudadanía reclame diversidad, proyectos frescos y nuevas formas de gobernar. De lo contrario, la historia de Subía seguirá escribiéndose en bucle, una y otra vez.


