Más de 6 mil 471 personas esperaron con expectación este 22 de septiembre el descenso en la escalinata de la pirámide El Castillo, una de las siete maravillas del mundo moderno. La afluencia de turistas para esta fecha en el municipio de Pista, donde se encuentra Chichén Itzá, se incrementó, y una parte se atribuye al servicio del Tren Maya que realiza paradas en la cercana ciudad de Valladolid.
Una breve tregua de la llovizna vespertina permitió el encuentro con la deidad del viento, el agua y el sol. La serpiente emplumada se proyectó sobre la pirámide, augurando tiempos de buena siembra.
Clemente Escalante, director del Patronato de las Unidades de Servicios Culturales y Turísticos del estado de Yucatán (Cultur), en coordinación con el personal de la zona arqueológica de Chichén Itzá, implementó un operativo especial para garantizar el acceso seguro de visitantes durante la jornada. En esta, se registró la asistencia de 3 mil 032 personas más que el año anterior en la misma fecha.
En esta ocasión, Escalante Alcocer, y la titular de la Zona Arqueológica y Gran Museo de Chichén Itzá, Guadalupe Espinosa Rodríguez, recorrieron el parador turístico y resaltaron la positiva respuesta del público nacional, que desde temprana hora acudió para presenciar este importante fenómeno del calendario maya.
Tras una breve ceremonia en memoria de personas fallecidas en sucesos recientes, Miguel Ángel Buenrostro Alba, subdirector del Gran Museo de Chichén Itzá; Gerónimo Can Tec, subdirector de Difusión de la Zona Arqueológica, y el custodio del sitio Gaspar Burgos Fuentes compartieron a los pies de la pirámide datos sobre el equinoccio, destacando que este fenómeno es testimonio de los conocimientos avanzados de la civilización maya, que siguen sorprendiendo al mundo.
Pese al pronóstico de nubosidad y lluvias que mantenía en expectativa a la mayoría de las y los asistentes, Kukulcán descendió a su tierra: cada escalón iluminado desató aplausos y, en pocos segundos, la alfarda norte quedó bañada por el sol. Finalmente, con el compromiso cumplido, la lluvia volvió a caer sobre el antiguo poderío de Chichén Itzá, como si confirmara la promesa de un dios maya que regresará en primavera.
