Colonias invisibles: gobiernos ciegos
En Chihuahua, el 85% de los ciudadanos cree que hay colonias invisibles para el gobierno. Y no, no es que la gente exagere: es que la ceguera oficial es selectiva. Cuando se trata de campañas, ahí sí aparecen con lentes de aumento; pero una vez que se guardan las urnas, a esas colonias se las traga la oscuridad.
Lo peor es que no hablamos solo del municipio, o del estado, o de la federación. Aquí el abandono es un deporte de conjunto: los tres niveles de gobierno compiten a ver quién ignora más barrios al mismo tiempo.
Apenas el 1% de los encuestados cree que la ayuda llega pareja, lo que suena más a sarcasmo que a esperanza. Y otro 12% lo resume mejor: las colonias solo existen en campaña, cuando las calles se llenan de sonrisas falsas y promesas que duran menos que una lona electoral.
Las autoridades se acuerdan de esas zonas únicamente para tomarse la foto. Después, nunca hay agua, los baches siguen tragando llantas, los picaderos pasan inadvertidos, no hay escuelas o guarderías cerca, del servicio médico mejor ni hablamos y los vecinos siguen esperando un servicio que jamás llega.
En resumen: los ciudadanos no quieren discursos, quieren que les devuelvan la visibilidad. Porque mientras el gobierno presume cifras y programas “exitosos”, en Chihuahua sobran colonias que ni siquiera figuran en el mapa de la dignidad.
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Renuncias selectivas y congruencias a modo
La renuncia de la jueza penal María Cristina Berjes Cardozo, electa apenas el pasado mes de junio para el Distrito Morelos, encendió las alarmas en Chihuahua. No solo porque abandona un cargo conferido por la ciudadanía, sino porque al mismo tiempo pretende quedarse dentro de la nómina del Tribunal Superior de Justicia en otra posición, como si lo único importante fuera no soltar la silla… aunque cambie de oficina.
El diputado Cuauhtémoc Estrada, coordinador de Morena, lo dijo claro: este tipo de movimientos no deberían decidirse a la ligera en el escritorio de la funcionaria, sino pasar primero por el Poder Legislativo y después por el órgano administrativo del TSJ. Al final, no se trata de un simple trámite laboral, sino de una afectación directa a los derechos políticos de quienes votaron y confiaron en esa designación.
Pero ojo: quien crea que estas incongruencias son exclusivas de Chihuahua se equivoca. El fenómeno se repite en todo el país: jueces, magistrados y funcionarios que renuncian, que dejan a medias un puesto para tomar otro, que juegan a las sillas musicales en la burocracia judicial mientras el ciudadano queda mirando, impotente, cómo su voto o su confianza se convierte en papel o acordeón mojado.
En pocas palabras: no es solo una renuncia, es un síntoma. Un síntoma de personas que cuidan más las nómina que la credibilidad, donde importa más la estabilidad laboral de unos cuantos que la estabilidad democrática de todos.
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La Virgencita de las bardas
En Chihuahua las bardas ya no piden voto, piden milagro: “Daniela es cab..ona” y, por si fuera poco, “que la Virgencita la cuide mucho”. ¡Qué ternura! Porque al parecer la nueva estrategia política del PAN no pasa por convencer con propuestas, sino por invocar a la Virgen como guardaespaldas celestial.
Eso sí, el adjetivo “cab…ona” ya se convirtió en plan de la presidenta del Pan. Como si ser broncuda fuera garantía de buen liderazgo. ¡Cuidado! Porque en este país “cab…ones” sobran… y no todos nos han salido buenos.
Lo verdaderamente irónico es que el mensaje mezcla lo que más nos gusta a los Mexicanos: la fanfarronada de cantina combinada con la estampita de altar. Algo así como, una campaña entre Vicente Fernández y la Guadalupana.
Y claro, mientras pintan bardas para pedir que “la Virgencita la cuide”, el ciudadano de a pie se sigue cuidando solo con la falta de semáforos, transporte, de la inseguridad y de la falta de medicinas. Ahí sí no hay ni milagros ni bardazos, ni abrazos…ni balazos.
Porque, seamos francos: si la política necesita rezos para salir adelante, entonces el cielo está saturado de peticiones y el infierno lleno de funcionarios con fuero.