Lo que brilla es el armamento militar que las fuerzas armadas adquieren con el objetivo de mantener a la ciudadanía a salvo, brindando una sensación de seguridad y confianza para salir de casa, siendo esa su obligación y la misma que tanto nos prometen los gobiernos durante su sexenio; promesas que, sin embargo, ninguno ha cumplido al pie de la letra.
Lo que huele es ver cómo cualquier individuo puede adquirir este tipo de armamento con la misma facilidad con la que se consiguen esas dichosas sustancias ilícitas que se venden en cada esquina. Ambas cosas son crímenes que se pagan con cárcel, pero, ante el estrepitoso fallo de las autoridades, es cierto que los ciudadanos a veces se ven en la necesidad de recurrir a las armas para defender a su familia y sus bienes.
Lo que apesta es cuando vemos la realidad: incautaciones realizadas por la Guardia Nacional que muestran que los delincuentes viven en el primer mundo, con armamento digno de los millones que nuestros gobiernos gastan en su propio equipo —que muchas veces parece de juguete— y que solo sirve para detener a ciudadanos inofensivos, mientras que las camionetas blindadas de los criminales imponen su autoridad de terror en los corazones de los chihuahuenses.
