La fórmula Corral, cuando el cinismo se disfraza de ética
Javier Corral volvió a hacer lo que mejor sabe, fingir que todavía representa algo. Desde su curul en el Senado, lanzó otra de sus cruzadas verbales, esta vez contra Ricardo Salinas Pliego y lo que él llama LA FORMULA SALINAS, una combinación de poder, medios y tribunales al servicio de la impunidad.
Bonito discurso, si no viniera de alguien que aplicó la misma receta cuando tuvo el poder absoluto en Chihuahua.
Porque si de fórmulas hablamos, la verdadera es la FÓRMULA CORRAL, usar la moral como escudo, la justicia como garrote y el micrófono como espejo del ego. Durante su gobierno, persiguió enemigos con furia selectiva, usó la Fiscalía como extensión de su rencor y convirtió el combate a la corrupción en espectáculo político.
Hoy finge indignación por los amparos de Salinas Pliego, como si no supiera que él mismo se blindó con los mismos recursos cuando las denuncias por abuso de poder empezaron a cercarlo. Critica el exceso de amparos, pero olvida los suyos; acusa manipulación mediática, pero fue experto en filtraciones convenientes. Moral de escaparate, ética de ocasión.
Su discurso contra el empresario no es una defensa de la justicia, es una maniobra desesperada por seguir en el mapa. Lejos de una denuncia estructural, lo suyo es teatro, la indignación reciclada del político que vive del aplauso fácil y de su papel favorito, el del mártir incomprendido.
El problema de Corral no es lo que dice, sino quién lo dice. Un hombre que gobernó entre persecuciones, pleitos y soberbia moral no puede hoy fingir pureza. Y cuando acusa impunidad, uno no puede evitar pensar que habla de sí mismo.
La fórmula Salinas podrá ser un abuso del sistema, pero la fórmula Corral es el abuso del discurso, repetir lo correcto con la boca sucia de soberbia.
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Y lo que falta por acumularse
Treinta y siete denuncias no son un número cualquiera. Son una montaña que crece, una sombra que se extiende sobre la figura de Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco, exsecretario de Gobernación y hoy senador de la República por Morena. Pero lo más inquietante no es lo que ya se acumuló, sino lo que falta por sumarse. Porque en México, las denuncias contra los poderosos rara vez comienzan en cero ni terminan en treinta y siete.
El expediente que se cocina contra Adán Augusto no solo huele a quebranto por 800 millones de pesos; huele también a un sistema acostumbrado a esconder el polvo debajo de la alfombra hasta que el montón se vuelve montaña, y cuando la montaña empieza a desbordar, ya es imposible fingir que no existe.
De acuerdo con la diputada suplente María Elena Pérez Jaén, las auditorías revelan un agujero profundo en el manejo de recursos de la Secretaría de Seguridad Pública de Tabasco durante el gobierno de López Hernández. Pero ese agujero no es nuevo, Tabasco tiene fama de ser laboratorio del poder morenista, donde se prueba la impunidad antes de exportarla al resto del país.
Adán Augusto se defiende diciendo que todo es una campaña en su contra, una jugada mediática. Curioso, en el discurso de los de la 4T, todo lo que incomoda es campaña sucia, aunque los números, las auditorías y las denuncias no votan ni militan, simplemente se acumulan.
Y falta todavía. Falta revisar los vínculos, las omisiones y los silencios que rodean al caso La Barredora; falta que alguien explique por qué su exsecretario de Seguridad terminó vinculado a proceso por liderar un grupo criminal sin que nadie en el gobierno se enterara; falta revisar los 79 millones heredados que aparecieron mágicamente; falta saber si el amparo, el silencio y el poder político volverán a ser el triángulo perfecto de la impunidad.
Treinta y siete denuncias son apenas la punta del expediente. Lo que viene, si es que viene, pondrá a prueba no solo al senador, sino al país entero, veremos si esta vez la justicia se atreverá a subir la montaña o volverá, como siempre! a rodearla por miedo.
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El precio del empleo en Chihuahua
Francisco “Pancho” Salcido lanzó una crítica frontal contra las condiciones laborales que persisten en muchas maquiladoras de Chihuahua. Denunció abusos que van desde descansos forzados sin pago, mala calidad en los comedores, promesas incumplidas y hasta amenazas a quienes intentan sindicalizarse.
Lo que Salcido dijo en voz alta, miles lo viven en silencio. La maquila presume empleos, pero oculta un modelo donde la productividad se mide a costa de la dignidad. No se trata de negar su importancia económica, sino de exigir que el trabajo deje de ser sinónimo de abuso.
Si el desarrollo industrial sigue cimentado sobre el cansancio, el miedo y la desigualdad, entonces no estamos generando progreso, estamos reciclando la injusticia con otro uniforme y otro horario.



