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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
31 de octubre 2025

CREDITO: Oracio Chávez/El Heraldo

¡Historias de Chihuahua! Cruz Verde de Chihuahua: La leyenda de Diego, el joven arrogante que fue tragado por un remolino

En el corazón de la ciudad de Chihuahua, específicamente en la intersección de las calles Victoria y Aldama, se alza un monumento colonial conocido como la Cruz Verde. Edificada en 1773 por el Ayuntamiento, esta cruz de cantera esconde una antigua leyenda que, según relatos de antaño, tuvo un profundo arraigo popular, especialmente entre la gente humilde, ingenua y sencilla que gustaba de los relatos trágicos y misteriosos. Frente a ella, hoy se encuentra el Bachilleres 1, en lo que ahora es la Avenida Cuauhtémoc, antes conocida como la Calzada de Guadalupe, escenario de un suceso escalofriante.

La leyenda cuenta que, en los albores de la Villa de San Felipe el Real de Chihuahua, cuando las minas de Santa Eulalia estaban en su apogeo, un joven de dieciocho años llamado Diego, hijo de una opulenta familia minera, destacaba por su belleza física, pero también por su petulancia y soberbia. Mimado por su madre y consentido por su padre, Diego se entregaba a orgías y bacanales, malgastando la fortuna familiar y sembrando el terror entre las jóvenes de la Villa, quienes temían salir de sus casas al anochecer. Sus constantes problemas con la gendarmería lo obligaron a él y a sus secuaces a buscar lugares apartados para sus francachelas, fuera del Camino Real o en la Calzada de Guadalupe.

El perfil trágico de esta leyenda se forjó un Jueves Santo al ponerse el sol. Diego y su gavilla se encontraban libando junto al puente de la Calzada de Guadalupe, en medio de una orgía de risas discordantes alrededor de una fogata. De repente, apareció ante ellos un hermoso pavo o guajolote, esponjado en su habitual galanteo. Diego, impetuoso, decidió cazarlo para asarlo y lo persiguió. El ave lo guio a la loma, alejándolo de sus compañeros, y cuando se encontraban a unos cincuenta metros, el animal voló y comenzó a girar sobre el muchacho con tal celeridad que formó un tremendo remolino, en el que ambos desaparecieron.

Los aterrorizados compañeros de Diego corrieron a la gendarmería, pero, al ser conocidos por sus problemas, no les creyeron. El padre del infortunado joven, al ser avisado, acudió al lugar y constató la presencia de la volanta (carreta) y los destrozos causados por una fuerza extraña en los arbustos. Al día siguiente, muy de mañana, acompañado de los muchachos y algunos gendarmes, el padre de Diego siguió un rastro como una brecha abierta en la vegetación. Junto al Cerro Grande, en unos barrancos de arcilla negra, encontraron los restos del desdichado joven.

La leyenda concluye que todos los habitantes de la Villa se conmovieron ante aquellos misteriosos acontecimientos, atribuyéndolos a un castigo divino por la maldad de Diego. Por las noches, cada jueves, se escuchaban gritos y lamentos en aquel lugar, similares a los que lanzó Diego al desaparecer. El temor a pasar de noche por ese paraje era generalizado. Con la llegada de 1767 y la expulsión de los jesuitas, las lamentaciones del puente de Guadalupe se acrecentaron, lo que motivó al Ayuntamiento a construir la Cruz de cantera. Se decía que el anciano padre de Diego, movido por el remordimiento, fue quien aportó lo necesario para la obra, con la esperanza de redimir la culpa por no haber sabido educar a su hijo.

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