Lo que brilla son los fines de semana: llenos de eventos familiares, perfectos para despejarse, comer de más y fingir que el lunes no existe.
Lo que huele son los accidentazos, esos choques que dejan los carros convertidos en esculturas de fierro retorcido y cuyas imágenes se vuelven virales por ser tan impresionantes… o por el morbo que generan.
Lo que apesta es que, a pesar de lo impactante de las escenas, la conciencia de muchos conductores sigue en modo “piloto”, que ni las sirenas ni los fierros logran despertarlos.



