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2 de diciembre 2025

¿Quién mueve los hilos del agua? | El problema no es la Ley, es Conagua por dentro | Cuando habla Estrada del agua, hay que escucharlo… pero también cuestionarlo

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¿Quién mueve los hilos del agua?

La diputada federal del PAN, Rocío González, no se anduvo por las ramas, asegura, firma y reafirma que detrás de la nueva Ley de Aguas Nacionales se encuentra nada más y nada menos que el senador de Morena, Juan Carlos “apuchacarros” Loera.

González no sólo denunció la maniobra política; fue más allá, ofreció datos específicos de dónde ubicar al senador, prácticamente haciendo un llamado a que los inconformes por la ley acudan a manifestarse directamente donde, según ella, se gestó este intento de centralizar el control del agua desde la Ciudad de México.

Y es que la nueva ley no es una discusión aislada, vuelve a poner sobre la mesa el histórico pleito por el agua en Chihuahua, un recurso que durante años ha sido manoseado, negociado y puesto en riesgo por decisiones hechas desde escritorios lejanos a la realidad del campo. Los agricultores lo han dicho una y otra vez, no se puede legislar sobre agua sin entender quién produce, quién siembra y quién vive de ella.

Cuando una representante popular acusa de forma frontal a un senador de operar una reforma nacional, y encima invita a la gente a ir a buscarlo, no estamos frente a una simple diferencia legislativa, estamos ante un choque político que ya salió del Congreso y de las oficinas y, entró al terreno de la calle.

Si algo deja claro este episodio, es que la batalla por el agua está lejos de acabar. Y las tensiones entre quienes defienden la soberanía hídrica del estado y quienes impulsan una visión centralista seguirán escalando, sobre todo cuando, desde ruedas de prensa, se señalan responsables con nombre, apellido y hasta dirección.

Bien o mal, no lo sabemos, la diputada Rocío González decidió subir el tono, apuntar el dedo y decir; “el operador está ahí, vayan y véanlo ustedes mismos”.

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El problema no es la
Ley, es Conagua por dentro

A ver, pongamos las cosas sobre la mesa y vayamos desenrollando la madeja.
Lo que dijo Heraclio Rodríguez no es menor, cuando afirma que Alex LeBarón es una “rata”, y aun así lo llama “niño de pecho” frente al actual delegado Román Alcántar, está dibujando un punto clave, una nueva ley no termina con la corrupción si no empiezan barriendo la casa, y eso es lo verdaderamente grave.

Porque si lo pensamos bien, cada vez que hay problemas de agua, la discusión pública se queda atorada en nombres, que si fulano autorizó, que si mengano negó, que si ahora llegó otro.
Pero el señalamiento de Heraclio apunta a algo más profundo, el problema está dentro de Conagua, en su estructura, en sus prácticas, en su manera de operar.

Y aquí es donde la idea empieza a tomar forma, si un delegado puede ser acusado de corrupto y el siguiente también, y el que sigue “peor tantito”, entonces no estamos ante “malas manzanas”,
estamos frente a un árbol podrido.

Los productores lo saben desde hace años:
– Permisos que se venden,
– inspecciones que no existen,
– trámites que avanzan solo si “se empujan”,
– castigos selectivos,
– y concesiones que aparecen según la cercanía política.

Nada de esto se soluciona cambiando la ley si no se cambia el rostro que da las conferencias o firma los oficios.
Y justo ahí está el punto que Heraclio, quizá sin proponérselo, puso en la conversación,
lo que hace falta es un cambio interno de fondo en Conagua.

No un relevo cosmético.
No un delegado más.
No una foto nueva en la pared.

Lo que se requiere es limpiar la institución, desmontar las redes de complicidades, depurar áreas completas y reconstruir la autoridad desde la legalidad, no desde los favores y la corrupción.

Si no se toca la estructura, si no se erradican las prácticas, si no se rompe ese nido de corrupción del que todos hablan pero pocos señalan, entonces todo lo demás será maquillaje.

Heraclio lanzó palabras fuertes, pero más allá del tono, nos dejó sobre la mesa un planteamiento que vale la pena desarrollar, el agua seguirá siendo problema mientras quienes dirigen la Conagua sigan siendo los mismos.

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Cuando habla Estrada del agua, hay que escucharlo… pero también cuestionarlo

Si en Morena existe una voz calificada para hablar del tema del agua, esa voz es la de Cuauhtémoc Estrada. Por conocimiento, por trayectoria jurídica y por estar metido de lleno en la discusión.
Y precisamente por eso, sus palabras pesan. Pesan en el Congreso, pesan en la opinión pública y pesan entre los productores que hoy sienten que su futuro está en juego.

Por eso vale la pena detenernos en lo que dijo, tumbar la reforma a la Ley de Aguas Nacionales no es la solución.
Esa es su postura y, hay que decirlo, está argumentada.

Estrada sostiene que bajar la iniciativa, como pide el PAN, sería patear un tema que lleva más de una década pendiente. Que la propuesta no solo toca la Ley de Aguas, sino la creación de la Ley General del Agua, un instrumento que, según él, muchos ni siquiera han leído completo, y aquí tiene razón, el debate público se ha ido a las consignas, no al contenido.

Pero también hay otra parte del análisis, igual de importante,
reconocer una voz calificada no significa abrazar sin crítica su receta.

Porque si bien Estrada se opone a “tirar” la reforma, también admite, y esto es clave, que la ley está llena de riesgos, lo dice él mismo, hay más de 450 observaciones ciudadanas, desde productores hasta especialistas, todas señalando puntos rojos que pueden afectar directamente al campo.

Y ahí es donde el discurso cambia de tono. Si hace falta modificar decenas de artículos, corregir redacciones, aclarar competencias y evitar centralismos, entonces estamos ante una iniciativa que no puede avanzar como está, aunque no se “baje” del todo.
La solución tampoco es acelerar una ley a medias con tal de cumplir tiempos políticos.

Estrada propone revisar, dialogar, ajustar, construir consensos reales, correcto pero, eso no invalida la preocupación legítima de productores y transportistas que hoy están en las carreteras.
Tampoco quita el tufo político que inevitablemente rodea el tema, unos protestan por afectación, otros acompañan por presión, y otros, como él mismo lo reconoce, aprovechan para sacar cálculo electoral. En ese campo minado, pedir “no politizar a los políticos”, es casi ingenuo.

Así que sí, si alguien de Morena sabe del agua, es Cuauhtémoc Estrada.
Y sí, tirar la iniciativa sin revisarla no resuelve nada.

Pero también es cierto que una voz calificada no debería servir para apuntalar una reforma defectuosa, sino para garantizar que ningún artículo avance sin ser corregido, que ningún riesgo quede suelto y que ningún productor del norte quede a merced de decisiones hechas desde un escritorio en la capital.

En el fondo, el mensaje es este;
Estrada tiene razón en que no hay que destruir la ley, pero el país necesita que también tenga razón cuando exija transformarla a fondo.

Solo así esta discusión será algo más que política y podrá convertirse, por fin, en una verdadera política pública.

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