
La apabullada que nadie vio venir
Vaya apabullada la que le recetó el auditor Héctor Acosta al exgobernador Javier Corral.
Quién lo viera tan serio, tan institucional, tan de pocas palabras… y hace días, simplemente no se guardó nada.
Lo que entregó el Auditor Superior fue una pieza quirúrgica de memoria, hechos y señalamientos directos. Una respuesta que dejó claro que el silencio nunca fue sinónimo de sumisión.
Y es que frente a la descalificación que Corral lanzó desde sus redes, Acosta no solo respondió; puso las cartas sobre la mesa, abrió el archivo y ventiló lo que muchos preferían olvidar.
Aquí los puntos que marcaron la estocada:
- La denuncia contra Duarte; que la Fiscalía de Corral dejó dormir.
Acosta recordó que fue la ASE quien denunció penalmente la última cuenta pública de Duarte, pero la Fiscalía de Corral simple y llanamente no hizo nada.
Peor aún, fueron a pedirle que retirara los sellos de recibido para volver a presentarla “porque se les olvidó” hacer diligencias durante un año. Así, tal cual; se les olvidó.
- El auditor que no se dejó ordenar.
Corral, acostumbrado a mandar, pensó que podría dirigir a Acosta como lo hacía con Mónica Vargas, quien trabajaba más en la Fiscalía que en la propia ASE.
Acosta puso orden, la regresó a su oficina y más tarde la removió del cargo. Ese, dice, fue el verdadero disgusto de Corral.
- La corrupción dentro de la administración de Corral.
El auditor recordó lo que más le duele al exgobernador; que fue bajo su administración donde se descubrieron más casos de alto impacto que terminaron en sanciones, confesiones, procesos abiertos y prófugos.
Entre ellos, su Secretario de Hacienda.
No fueron rumores. Fueron auditorías con resultados reales de que algo no olía bien y la podredumbre, provenía de la oficina que ocupó Corral en palacio de gobierno.
- Los otros esqueletos del clóset; fideicomisos, Cecytech y Desarrollo Rural.
Las revisiones también documentaron anomalías graves en:
• El fideicomiso para atender a niñas y niños víctimas del crimen
• Desarrollo Rural
• Cecytech
Y otros casos más que se quedaron enterrados en la narrativa del combate a la corrupción… pero selectiva.
- ¿Protección a la administración actual?
Las auditorías hablan por sí solas. A la acusación de que Acosta protege al gobierno actual, el auditor lo retó directo; Lea los informes. Los casos están revisados, señalados y documentados técnicamente.
No hay favoritismos ni excepciones.
Hay procesos, hay observaciones, hay denuncias.
- La frase que cerró la puerta con llave.
En la estocada final, Acosta parafrasea a Corral, por mí habla mi trayectoria y mis actos; por él, solo palabras bonitas pero huecas.
Héctor Acosta, un auditor que rara vez abandona la mesura, decidió contestar… y vaya que contestó.
A veces, la mayor contundencia viene de quien menos habla.
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Cuando el pecho no es bodega
Otro que no se guardó nada porque su pecho no es bodega es el diputado panista Alfredo Chávez, quien la semana pasada, dejó claro que la paciencia política en Chihuahua se está agotando. Sin rodeos y sin anestesia, calificó a Rosa Icela Rodríguez como “la peor secretaria de Gobernación que ha tenido este país”, una frase que por sí sola marca distancia, hartazgo y una contundencia cade vez menos común en la clase política. Y es que mientras agricultores de todo México manifiestan su inconformidad ante decisiones federales que ponen en riesgo su sustento, la titular de la Segob optó por advertencias de persecución penal en lugar de diálogo, un gesto percibido como intimidación y que, para algunos Chihuahuenses, representa un agravio directo. Según lo planteado por Chávez, la secretaria no solo ha quedado a deber con transportistas y agricultores, sino que también ha fallado en otros temas críticos. Su señalamiento refleja un sentir regional que ya no se puede ocultar. Lo de Alfredo Chávez no fue un arrebato, fue un recordatorio de que cuando el centro del país decide gobernar con advertencias en lugar de soluciones, algunas voces del norte ya no están dispuestas a guardar silencio.
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Dios agarre confesados a los paisanos
Dios agarre confesados a los paisanos que, con toda la ilusión del mundo, cruzan kilómetros de desierto, aduana y carretera para regresar a su tierra, porque si algo se repite año con año no es la bienvenida cálida del país que los vio nacer, sino el vía crucis de mordidas, sustos y abusos disfrazados de “operativos”. Y ahora, con el Operativo Paisano 2025 en marcha, las autoridades anuncian coordinación total de corporaciones, refuerzo de patrullajes, vigilancia interestatal, atención inmediata y un sinfín de promesas que suenan más a manual, que no borran la memoria colectiva de miles de connacionales que terminan vaciando más billetes en retenes improvisados que en los regalos que traen a sus familias. Sobre el papel, el operativo busca garantizar seguridad, agilizar emergencias y brindar asistencia vial, pero la realidad es que los paisanos saben, porque la experiencia pesa más que cualquier comunicado, que justo en estas fechas aparecen los servidores públicos con exceso de entusiasmo para revisar, detener, cuestionar y, cómo no, sugerir arreglos en lo oscurito. Mientras las corporaciones aseguran que todo será transparente, que habrá vigilancia estatal y federal y que el 9-1-1 estará listo para responder, el temor más grande de quienes regresan no es sufrir un percance mecánico, sino caer en manos de una autoridad que, en vez de facilitar el camino, lo convierte en un peaje emocional y económico, pidiéndoles la del Puebla. Por eso, entre esperanza y resignación, los paisanos vuelven a pedir lo mismo cada diciembre, que el viaje sea tranquilo, que la carretera esté buena y segura y, que por lo menos este año, la mordida no salga más cara que el aguinaldo que traen ahorrado.
Porque al final, sea autoridad federal, estatal o municipal; gobierne el PRI, el PAN o Morena… para los paisanos, todos terminan siendo iguales.


