Chihuahua, Chih.- Paquita la del Barrio, cuyo nombre real era Francisca Viveros Barradas, se consolidó como una de las voces más influyentes de la música ranchera y popular mexicana. Su estilo inconfundible, marcado por letras que hablaban de desamor, traición y empoderamiento femenino, dejó una huella imborrable en la industria musical.
Desde temprana edad, Paquita vivió experiencias sentimentales que marcaron su vida y su música. A los 15 años, trabajaba en el Registro Civil de Alto Lucero, Veracruz, cuando conoció a Miguel Gerardo Martínez, un hombre 18 años mayor que ella y tesorero municipal. Se casaron y tuvieron dos hijos, pero su matrimonio se desmoronó al descubrir que él ya tenía otra familia.
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Esa traición la llevó a tomar una decisión radical: dejar su pueblo natal y mudarse a la Ciudad de México en busca de nuevas oportunidades. Fue ahí donde, junto con su hermana Viola, comenzó a cantar en bares y restaurantes, dando los primeros pasos de una carrera que la convertiría en una leyenda.
Con los años, Paquita se casó con Alfonso Martínez, su segundo esposo y con quien compartiría más de tres décadas de vida. Sin embargo, su relación estuvo marcada por constantes infidelidades, algo que la artista transformó en la inspiración para sus canciones más icónicas.
Temas como Rata de dos patas se convirtieron en himnos contra el machismo, reflejando no solo su propia historia, sino también la de muchas mujeres que sufrían en silencio. Aunque Martínez falleció en 1997, Paquita siguió adelante, convirtiendo su dolor en música y su música en bandera de lucha.
Paquita la del Barrio no solo fue una cantante, sino un símbolo de resistencia para muchas mujeres que encontraron en sus canciones un eco de sus propias vivencias. Su estilo directo y su voz inconfundible la convirtieron en un referente de la música popular mexicana.
Tras su fallecimiento el 17 de febrero de 2025, su legado sigue vivo. Sus canciones continúan resonando en los corazones de quienes han encontrado en ellas una forma de desahogo y fortaleza. Más allá del desamor y la traición, Paquita deja un mensaje poderoso: la música puede ser un arma de empoderamiento y un refugio para el alma.