Las marchas del 8 de marzo (8M) han demostrado ser un mecanismo clave para visibilizar la violencia de género, generar conciencia social y presionar a las autoridades para mejorar las políticas de protección hacia las mujeres.
Expertos señalan que estas movilizaciones han impulsado la creación de canales de denuncia, lo que ha llevado a más mujeres a reportar agresiones antes de que escalen a casos de feminicidio. Además, la presión social ha contribuido a una mayor resolución de casos, reduciendo la impunidad en este delito en comparación con otros homicidios.
El impacto del 8M también se refleja en la instalación de símbolos de lucha como la Antimonumenta en la Ciudad de México, que recuerda a las víctimas de feminicidio y mantiene vivo el reclamo de justicia.
Más allá de una manifestación, el 8M se ha convertido en un espacio de exigencia, resistencia y cambio, que busca garantizar que ninguna mujer sea violentada o asesinada por su género.
Fuente: Infobae.