Ciudad Juárez parece estar atrapada en un guion que no escribimos, pero que todos estamos forzados a representar. Un día donamos camiones de basura; al siguiente, rescatamos personas secuestradas en Anapra; y mientras tanto, la frontera sigue siendo escenario de intentos desesperados por cruzar hacia una vida mejor.
Primero lo primero: este jueves el Cabildo votará si regala cuatro camiones recolectores de basura al municipio de Namiquipa. ¿Solidaridad institucional? Tal vez. ¿Prioridades distorsionadas? Seguro. Porque mientras Juárez vive en una crisis de servicios públicos —con calles donde la basura se acumula más rápido que las promesas electorales—, el gobierno municipal decide desprenderse de equipamiento esencial como si sobrara.
Pasemos a Anapra, donde cinco personas fueron rescatadas tras estar privadas de la libertad en una casa que fue literalmente reventada por autoridades. No es un hecho aislado: es el recordatorio de que los cárteles y sus satélites siguen operando con la tranquilidad de quien conoce perfectamente los huecos del sistema. Y esos huecos, por cierto, no se llenan con discursos.
Y como si no bastara con la violencia interna, nuestra frontera sigue siendo frontera de tragedias. En Santa Teresa, 37 migrantes fueron resguardados y 11 presuntos traficantes detenidos cerca del marcador 342. Lo que debería ser un paso hacia el sueño americano se convierte cada vez más en pesadilla transfronteriza. Un flujo humano que no se detiene y que el Estado —de uno y otro lado— se limita a administrar, no a resolver.
Epílogo: Así estamos: regalando camiones, rescatando víctimas y conteniendo migrantes. Juárez, generosa con los de fuera, débil con los de adentro, y atrapada en una frontera donde se juega mucho más que territorio. Se juega la dignidad, todos los días.
