Ciudad Juárez y el estado se estan secando. No en sentido figurado, sino literalmente. El 2025 perfila para ser el año más seco de la última década, y con él vuelven las advertencias, las cifras alarmantes, las declaraciones de emergencia. Pero también —y esto ya es parte del ritual— vuelve la inacción legislativa y la falta de políticas públicas serias para enfrentar una crisis hídrica que ya no debería sorprender a nadie.
Cada año es lo mismo: se reportan niveles bajos, se pide a la ciudadanía cuidar el agua, y se mira para otro lado cuando se trata de sancionar a quienes más la desperdician o lucran con ella. ¿Dónde están los planes estratégicos? ¿Dónde las reformas de fondo? Mientras los pozos se agotan y las tuberías gotean aire, la clase política sigue seca de ideas y llena de excusas. Pareciera que algunos diputados siguen esperando que llueva consciencia desde el cielo.
Mientras tanto, la vida diaria en los puentes internacionales refleja la descomposición social que nos atraviesa. No es solo el tráfico o los tiempos de espera: es el estrés, las peleas, la frustración convertida en gritos. Ciudadanos hartos del otro ciudadano. Familias gritando a otras familias. Adultos enseñando a sus hijos que sobrevivir es pasar encima del que está al lado.
El cruce fronterizo se ha vuelto una especie de teatro urbano donde se representan todos los síntomas del colapso cívico: la falta de empatía, la ira contenida, el cansancio de vivir en una ciudad que parece no tener pausas ni consuelos. Y lo más grave: ya lo asumimos como normal. Cruzar la frontera se ha convertido en un viaje al corazón de la miseria humana
Como también parece normalizado que las autoridades mientan sin ningún pudor. El alcalde Cruz Pérez Cuellar asegura que no hay retiro de maquiladoras, aunque los datos —y los trabajadores que ya están sin empleo— lo contradicen de forma tajante. En lugar de asumir una crisis que exige estrategias y acciones, prefiere esconder la cabeza en el lodo de sus cifras maquilladas, aferrado a un discurso triunfalista que ya ni sus aliados se creen.
No se trata de hacer escándalo, se trata de hacer algo. La ciudad necesita de líderes con visión, no de portavoces de una realidad ficticia. El edil niega el retiro de maquiladoras, pero las naves vacías y los despidos masivos gritan la verdad.
Su estrategia: maquillar cifras y esconder la crisis bajo alfombras de autobombo. Mientras las maquilas empacan y trabajadores pierden su sustento, el palacio municipal insiste en vivir en su reality show de logros ficticios.
Epílogo: Juárez merece más que esta resignación institucionalizada. Merece políticas que enfrenten el cambio climático, comunidades que vuelvan a ser comunidad y autoridades que no vivan en un delirio estadístico.
¿Hasta cuándo seguiremos premiando la ineptitud con silencio? La ciudad no se muere: la están matando.