Comenzamos la semana con ese tipo de noticias que solo en esta frontera parecerían normales, pero que en cualquier país funcional harían estallar escándalos, auditorías y hasta renuncias. En Ciudad Juárez, como siempre, la realidad supera a la ficción. Aunque esta vez, nuestros vecinos en El Paso y Chihuahua capital decidieron competir en el absurdo.
Arranquemos con lo serio: empresarios y residentes del lado texano han exigido al gobierno de Estados Unidos que declare a “La Línea” como organización terrorista. ¿Qué significa esto? Que no están pidiendo investigaciones o reforzar la seguridad.
Están pidiendo la categoría más extrema, al nivel de Al-Qaeda o ISIS. Esto no solo es un signo de hartazgo, es también un reflejo de cómo la percepción del crimen organizado mexicano ha cruzado la frontera y ha entrado en el imaginario estadounidense como una amenaza real a su seguridad nacional. Ya no se trata de “violencia mexicana”, sino de terrorismo transnacional.
Y mientras eso ocurre del otro lado de la frontera, en otras coordenadas del estado algunos actores políticos parecen estar tomando notas del manual de sus contrincantes. Lo que antes se criticaba como populismo o espectáculo hoy se reproduce con otros colores, pero con los mismos recursos: eventos con tintes de campaña, gestos “generosos” con trasfondo electoral y discursos de unidad que suenan más a ensayo que a convicción.
Curioso cómo ciertos liderazgos que se asumían distintos ahora replican las formas del poder que decían combatir. En lugar de innovar, han optado por mimetizarse, dejando claro que la frontera entre la crítica y la conveniencia es, muchas veces, tan delgada como una cinta inaugural.
Pero el premio al surrealismo del día se lo lleva, como casi siempre, Juárez. Resulta que el famoso túnel de la 16 de Septiembre permanece cerrado… porque se inundó. Sí, una obra que aún podemos considerar nueva, inaugurada con bombo, platillo y cinta cortada por funcionarios sonrientes, lleva su segunda semana, como la gata, bajo el agua… ¿Qué clase de planeación se necesita para que un túnel no cuente con drenaje adecuado? O, mejor dicho, ¿qué clase de ineptitud se requiere para olvidar lo básico?
Aquí la ironía duele: la comparativa de obras es que la glorieta del kilómetro 20 lleva más de dos décadas resistiendo lluvias sin cerrar ni un solo carril. Y el túnel de la 16, con menos de 10 años, ya parece alberca olímpica. Vaya, que al menos le cambien el nombre a “Paso Subacuático Lerdo” o “Centro Recreativo Temporal”, así no se desperdicia.
La glorieta del Km 20, con tres pisos, sigue imperturbable, desafiando las leyes de la física y la lógica gubernamental. La diferencia, como apunta un viejo maestro de obras, está en los detalles: “Antes se construía pensando en 50 años, hoy piensan en 50 tuits y fotos para sus redes”.
EPÍLOGO: La normalización del fracaso
Entre lo tragicómico y lo indignante, el estado de Chihuahua, especialmente Juárez y su entorno, siguen dando señales de un deterioro institucional y urbano que ya no se puede disimular ni con túneles seminuevos, ni con patrullas donadas.
Mientras la seguridad se improvisa, el crimen se organiza. Y mientras las calles se inundan, las promesas se evaporan.
En Chihuahua tenemos memoria corta, pero cicatrices profundas. Hoy, mientras usted lee esto, alguien más está cerrando su negocio temprano, otra familia espera una patrulla que no llega, algún conductor da la vuelta en U ante el túnel anegado.
La verdadera pregunta no es cuándo se resolverá esto, sino cuánto más estaremos dispuestos a aguantar.
