Hartos de ver cómo la droga, especialmente el cristal, se infiltra en nuestras calles, nuestras colonias, nuestras escuelas. Hartos de que se normalice el dolor, la desesperación, la violencia que deja a su paso. Hartos de que nuestros jóvenes pierdan el rumbo mientras los vendedores de muerte siguen operando a plena luz del día, como si nada.
No es solo una queja. ¡Es un grito!
El consumo de metanfetamina —mejor conocida como cristal— ha alcanzado niveles alarmantes. Ya no es un problema “de otros barrios”. Está aquí, en el corazón de nuestras comunidades, arrastrando familias enteras al abismo. Y detrás de cada dosis vendida hay un sistema podrido de impunidad, corrupción y abandono.
¿Dónde están las autoridades? ¿Dónde están los programas de prevención reales? ¿Dónde están las consecuencias para los que lucran con la adicción ajena?
Nos dicen que no hay recursos. Que es una lucha difícil. Que lleva tiempo. Pero mientras ellos dudan y discuten, nosotros vemos cómo se multiplican las casas donde se vende droga, cómo los jóvenes son usados como mulas, cómo crece la inseguridad en cada rincón donde el cristal deja su rastro de destrucción.
¡Ya estamos hartos!
No podemos seguir siendo espectadores.
Necesitamos acción. Necesitamos justicia. Necesitamos que esta lucha deje de ser un discurso y se convierta en una prioridad urgente. Porque no se trata solo de combatir al narcomenudeo. Se trata de recuperar la dignidad de nuestras comunidades, de defender a nuestros hijos, de construir un futuro que no esté marcado por el miedo y la dependencia.
Ya estamos hartos de mirar hacia otro lado. Es hora de enfrentar este problema con valentía, con firmeza y, sobre todo, con un compromiso que no se apague después de una conferencia de prensa.
La sociedad ya hizo su parte: alzar la voz. Ahora le toca responder al Estado.
¡Ya estamos hartos!