A veces parece que Ciudad Juárez no necesita enemigos externos. Nos bastamos con nuestros problemas, nuestras autoridades y nuestra indiferencia. Hoy, tres notas vuelven a dejar en claro que esta ciudad no solo enfrenta crisis de infraestructura, medio ambiente o salud pública… sino algo mucho más profundo: una crisis moral que arranca desde los cimientos del poder.
Arranquemos por el hedor, literal. El rastro municipal, ese lugar donde deberían cumplirse los estándares más altos de sanidad y control, se ha convertido en un foco de infección. Sangre, vísceras, restos orgánicos fluyendo como río por el drenaje. Así lo denuncian vecinos de la colonia Eréndira, que ya no pueden ni abrir las ventanas sin inhalar el apocalipsis.

Es el 2025, pero al parecer seguimos operando con las reglas de 1970. ¿Dónde están los inspectores? ¿Dónde los protocolos? ¿Dónde el mínimo respeto por la salud pública? Si fuera una carnicería clandestina en la Sierra Tarahumara, aún podría uno entenderlo. Pero es el rastro oficial. El del municipio. El que se supone que cumple todas las normas. Pero claro, ya sabemos: en Juárez lo oficial no siempre es sinónimo de correcto.
Y ahora sí, prepárese lector, porque viene lo bueno.
Resulta y resalta que, según algunos portales noticiosos, de esos que atan cabos, la campaña de Andrea Chávez podría estar recibiendo un empujoncito financiero de esos amigos que uno no presume en la cena familiar. Hablamos de presuntos nexos con el crimen organizado, con Adán Augusto como el puente VIP hacia el mundo del dinero sospechoso.
¿Caravanas de Salud? Más bien parecen caravanas de billetes con dudoso pedigrí. Claro, en Chihuahua todos sabemos que el dinero crece en los árboles, ¿verdad? Sobre todo si esos árboles están plantados en terrenos controlados por ciertos “empresarios” con gustos por los negocios turbios. Aquí no hay pruebas contundentes, pero el chisme está que arde, y en Juárez, el chisme es el oxígeno de la política.
Y aunque claro, todo mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, lo cierto es que la sombra del narco ya no solo ronda la política: parece haberla penetrado por completo.
Y si eso fuera poco… también presuntamente la DEA ahora investiga al propio alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, por presunto lavado de dinero vinculado al crimen organizado. No es broma. No es meme. No es chisme de café. Es una posible investigación en curso. Y si es falsa, lo mínimo que esperaríamos de un alcalde honesto es una conferencia inmediata, una denuncia formal contra quien lo calumnia, un deslinde claro. Pero como suele pasar, lo que recibimos es un silencio ensordecedor.
¿Evidencias? Bueno, la DEA no comparte sus apuntes, pero el rumor ya está corriendo más rápido que el agua sucia por las calles de La Eréndida. ¿Será que nuestro querido alcalde solo estaba “administrando” mal sus finanzas, o es que Juárez es el nuevo set de una telenovela de intriga internacional? ¿o ya de plano es fuego amigo entre estos dos, que se andan embarrando de lo que sea? En fin ¡Qué orgullo, Juárez en los titulares mundiales, de nuevo!
Ajijo, espere… ¿y nosotros como ciudadanos para dónde nos hacemos? Porque miramos para todos lados y ya no encontramos a quién creerle. Ni en Morena, ni en el PAN, ni en el PRI. El problema no es la ideología, sino el descaro. Y la certeza de que, para muchos políticos, Juárez es solo una franquicia, una caja chica, un trampolín, un botín.
Epílogo: El país del: “Ah que amiguitos”
Así que, queridos juarenses, mientras el drenaje se convierte en un caldo de cultivo para nuevas formas de vida y los políticos juegan al “quién tiene los amigos más interesantes”, nosotros seguimos aquí, respirando profundo (o mejor no) y preguntándonos: ¿pa’ dónde nos hacemos? Porque entre el olor a vísceras y las acusaciones de lavado, parece que en Juárez no solo el drenaje está tapado, sino también la esperanza. ¡Pero no se preocupen! Sigamos sonriendo, que al menos el sarcasmo es gratis y no huele tan mal.
No queda más que insistir: esta ciudad merece más. Merece gobernantes sin expedientes abiertos. Merece rastros limpios, calles seguras, políticos decentes. Y sobre todo, ciudadanos despiertos, que no se conformen con el “todos son iguales” como excusa para seguir votando por lo mismo.
Porque si no exigimos hoy, el “Ajijo” de mañana será un grito de desesperación, no de sorpresa.