Esta semana, la ciudad y el estado nos sirven un banquete de calamidades: una plaga de chapulines que devora cultivos, el alcalde Cruz Pérez Cuellar que brilla por sus frases de calendario motivacional y una policía municipal que parece purgarse a sí misma con más entusiasmo que a los delincuentes. ¿Listos para el recorrido por este circo de tres pistas?
Primero, en el vasto escenario del campo chihuahuense, los chapulines han decidido montar su propio festival gastronómico, con los cultivos de frijol y trigo como plato principal. La Secretaría de Desarrollo Rural y el Comité Estatal de Sanidad Vegetal, en un arranque de heroísmo tardío, anuncian que ya tienen “material” para combatir la plaga, que se distribuye como si fuera candy en Halloween a través de las juntas locales. ¡Qué eficiencia!
Claro, primero hay que reportar la ubicación exacta de los bichos, porque no todos los chapulines son malos, nos dicen. ¿En serio? Mientras los productores de la sierra y los agostaderos ven sus cosechas desaparecer, el gobierno presume un “programa preventivo” con drones y cipermetrina, ese químico milagroso que, según ellos, es más amigable que un abrazo.
Los agricultores ven cómo sus siembras se convierten en banquete de insectos, las autoridades prometen “acciones contundentes”… seguramente las mismas que han usado contra el crimen organizado (o sea, ninguna). Eso sí, si los chapulines tuvieran cuentas de Facebook o Instagram ya se hubieran tomado foto con ellos para presumirlas en sus cuentas de políticos baratos. ¿Resultado? Un campo en jaque y unos productores que, además de lidiar con la naturaleza, tienen que rogar por la burocracia.
Cambio de escena: nuestro gurú sapiente, en otro arranque de profundidad teórica, su excelentísimo y eminente presidente municipal, Don Cruz Pérez Cuéllar, que sigue en su etapa de visionario iluminado y guía político, nos deslumbra con otra declaración que merece un lugar en el Salón de la Fama… de la Obviedad (claro): “Las medidas que debamos tomar las vamos a tomar” tras el asesinato de un empresario que, según rumores, podría ser un líder criminal. ¡Vaya, qué plan maestro, Cruzito!
¿Un curso de retórica en Harvard? ¿Un doctorado en vaguedades? Porque esa frase es tan útil como un paraguas en el desierto (y conste que dije paraguas y no sombrilla, porque hay cada incauto). ¿Cuáles son esas medidas, señor alcalde? ¿Un nuevo comité binacional? ¿Más vialetones en las calles? ¿O seguirá culpando a la distribución de drogas mientras los homicidios se acumulan como basura en las esquinas? Repetimos: ¿Cuáles medidas? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿hay un plan de trabajo en seguridad pública?, ¿estrategias reales o solo frases para la prensa? Nadie lo sabe, pero suena bien en cámara, y mientras eso le siga funcionando…
Porque mientras usted se pasea, Juárez está de vuelta en el top de las ciudades más inseguras, con 35 asesinatos en lo que va de agosto y aumentando, y el edil parece vivir en una burbuja donde los balazos son solo ruido de fondo. ¿Por qué no tiene un plan real de seguridad pública? ¿Sabe en qué ciudad vive, o es tanto lo que se la pasa afuera que no se da cuenta del olor a pólvora? Porque mientras usted filosofa, los ciudadanos esquivamos balas, baches y la decepción de sus discursos vacíos.
Y para cerrar este desfile de despropósitos, la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM) nos regala un espectáculo de autolimpieza: 120 agentes dados de baja en lo que va del año, 400 en las dos gestiones actuales, y ahora enfrentan cuestionamientos por retrasos en la capacitación de nuevos policías. ¿Qué está pasando en esa corporación? ¿Es que las pruebas de confianza son un evento tan raro como un eclipse? ¿O es que el reclutamiento es tan laxo que cualquiera con una placa y una pistola entra al juego?
Porque 400 bajas no son un accidente, son una señal de que algo está podrido en los cimientos de la SSPM. ¿Qué procesos de seguimiento existen para garantizar que los agentes sean confiables? ¿O es que simplemente los contratan, los arman y los mandan a la calle a ver qué pasa?
Los despidos masivos no son una solución, son un síntoma de un sistema que recluta con los ojos cerrados y luego se sorprende cuando los “guardianes” terminan del lado equivocado. Y mientras tanto, la capacitación de nuevos elementos va más lenta que una obra de la J+. ¿Resultado? Una ciudad insegura, una policía en crisis y una ciudadanía que paga el precio de tanta ineptitud.