El beisbol es un espejo fiel de la polĂtica. En el diamante como en la grilla, la pasiĂłn, los errores, los batazos de poder y las jugadas maestras definen victorias y derrotas. La final estatal que enfrenta a Indios de Juárez y Dorados de Chihuahua no es solo un clásico deportivo: es una metáfora perfecta de la eterna pugna entre la frontera rebelde y la capital centralista.
La fanaticada lo sabe: Juárez contra Chihuahua siempre despierta pasiones distintas a las que puedan provocar Mineros de Parral o Algodoneros de Delicias. No es un asunto de desprecio ni de desdén, es un choque de identidades, de estilos de vida y hasta de maneras de entender el poder. Lo que sucede en el Estadio Juárez trasciende los turnos al bat; es un reflejo de cómo dos ciudades intentan marcar la agenda del estado.
En el Estadio Juárez, se reanudĂł la serie empatada 1-1, con Indios pegando primero en Chihuahua (1-0) y Dorados respondiendo (7-5), (el tercer partido se lo lleva Indios 8-0 dejando la serie 2-1 favor el conjunto fronterizo) en una batalla a cuatro de siete que podrĂa volver a la capital con aroma histĂłrico. Pero detrás de los batazos y los ponches, los nervios no son solo de jugadores soñando bonos extras o fans rezándole a los santos.
Pero el juego tambiĂ©n tiene otro palco, menos visible pero igual de nervioso: el de la polĂtica, son ellos (los polĂticos) que ven en cada home run un avance hacia Palacio de Gobierno. ¡QuĂ© bonito es el deporte, cuando se mezcla con la grilla y nos recuerda que, en Chihuahua, hasta el bĂ©isbol es el diamante del poder!
La rivalidad Indios vs. Dorados es puro fuego: 25 años después de la última final en 2000, donde Juárez se coronó, la serie arranca con Indios listos para revivir su grandeza (11 campeonatos) contra los 15 de Dorados. El estadio quedará chico para los tres juegos en Juárez, con la afición juarense rugiendo por una victoria que borre la espina de seis finales perdidas.
Pero no nos engañemos: este “Juaritos contra Chihuahuitas” no es despectivo, es olĂmpico… o al menos eso dicen. En realidad, es un choque de egos estatales, donde la frontera choca contra la capital en un espĂritu deportivo que huele a revancha polĂtica. Los jugadores pelean por aplausos y lana extra, pero los verdaderos estrategas en las gradas son los polĂticos, que usan el bĂ©isbol como tribuna para medir fuerzas.
Hoy, el simbolismo es clarĂsimo: Indios representan el proyecto de Cruz PĂ©rez CuĂ©llar, el alcalde de “Juaritos” y segĂşn se dice; fanático de la tribu, que ve en cada victoria un empujĂłn mediático hacia la gubernatura. Del otro lado, Marco Antonio Bonilla, el alcalde “Chihuahuita” exquisito, entrega cuerpo y alma a Dorados, usando cada jonrĂłn para posicionarse como el delfĂn de la capital. La tensiĂłn no es solo en el montĂculo: es en el Palacio de Gobierno. Una victoria de Indios darĂa a Cruz un boost de imagen que durarĂa semanas y que bastante falta le hace, porque no ve la luz del dĂa, mientras Bonilla, si pierde, no bajará la testosterona polĂtica, pero sĂ pierde terreno. ¡En Chihuahua, el bĂ©isbol no es juego: es precalentamiento para la elecciĂłn!
Esta final no solo decide un campeĂłn; decide narrativas. Si Indios gana, Juárez presume “la frontera manda”, y Cruz PĂ©rez CuĂ©llar sale como el lĂder que une a la ciudad en la victoria, ganando puntos para 2027. Si Dorados se impone, Bonilla y la capital gritan “el centro es el corazĂłn del estado”, erosionando el poder fronterizo. La serie, con abridores repetidos como Damián Mendoza (14 ponches en el primero) y Sergio RodrĂguez (7 innings en blanco en el segundo), promete drama, pero el verdadero jonrĂłn es mediático
La pregunta es: ÂżquĂ© leerán los ciudadanos de todo esto? ÂżSerá que seguiremos viendo el deporte como simple espectáculo o entenderemos que el poder polĂtico, como el beisbol, tambiĂ©n requiere estrategias, relevos oportunos y un buen bullpen para resistir los innings largos?
Hoy más que nunca Juárez y Chihuahua están llamados a repensarse. La rivalidad no debe reducirse a un marcador ni a un mitin. Se necesita un proyecto que logre juntar la fuerza indómita de la frontera con la estructura de la capital. Porque mientras seguimos aplaudiendo jugadas en el campo, el verdadero partido —el que define si este estado puede salir del bache o no— se sigue jugando en las gradas del poder.
Y ahĂ, querido lector, no se vale solo ser espectador. ¡Que gane el mejor, y arriba mis Indios!