Lo que brilla son las patrullas de vialidad recién sacadas de catálogo, relucientes y carísimas, con más gadgets que un iPhone… incluyendo, claro, la terminal bancaria portátil para que pagues tu “aportación voluntaria”.
Lo que huele es el tufo inconfundible de las mordidas: un golpe directo a tu cartera por cualquier “infracción” inventada al vuelo.
Lo que apesta es que ya no manejas “como en serpientes y escaleras por tanto bache en la ciudad” … ahora juegas “¿Quién quiere ser multado?” porque nunca sabes si te van a parar, multar o simplemente recordar que en esta ciudad, el “mírame y no me toques” trae sirena, terminal bancaria y uniforme