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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
11 de octubre 2025

Silencio institucional: cuando la transparencia estorba

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En un país donde la corrupción se combate con discursos y la transparencia se promete con eslóganes, la noticia de que la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) dirigida por el Dr Constandse, decidió bloquear por cinco años la información del costo real del concierto de su aniversario es, por decirlo suavemente, una bofetada al sentido común.

No estamos hablando de secretos de Estado, ni de información que comprometa la seguridad nacional. Hablamos de dinero público, de recursos que pertenecen a todos los juarenses y chihuahuenses que, directa o indirectamente, sostienen a la universidad con sus impuestos. Y que una institución educativa —que debería ser ejemplo de ética, rendición de cuentas y formación cívica— elija el silencio como respuesta, es tan grave como decepcionante.

La UACJ no solo es una universidad: es un símbolo de pensamiento libre, de debate y de espíritu crítico. Por eso duele que desde sus propias oficinas se normalice el oscurantismo burocrático. ¿Qué puede justificar ocultar una cifra durante cinco años? ¿Qué mensaje envía esto a sus alumnos, a los futuros profesionistas, periodistas, investigadores y servidores públicos?

Si una institución de educación superior decide reservar información en lugar de explicarla, entonces no está enseñando, está encubriendo. La transparencia no debería ser un trámite administrativo, sino un principio universitario.
La educación superior no solo forma profesionistas; forma conciencia. Y cuando una universidad calla, apaga esa conciencia colectiva que tanto necesita una ciudad como Juárez.

En tiempos donde exigimos que los gobiernos sean más claros, más honestos, más responsables, resulta paradójico que una casa del saber adopte las mismas prácticas que tanto critica. Porque al reservar información pública, la UACJ no protege su imagen: la daña. La vuelve opaca, le quita credibilidad y la aleja del ciudadano.

A nadie le molesta que se celebren aniversarios o se realicen eventos culturales. Al contrario: la universidad debe ser un espacio vivo. Pero sí nos debe preocupar que la opacidad se disfrace de procedimiento y que el derecho a saber se convierta en una molestia que hay que esquivar con sellos, firmas y plazos absurdos.

Si la UACJ aspira a seguir siendo la máxima casa de estudios de la frontera, debe también ser la máxima garante de la verdad y la transparencia. Porque una universidad sin luz, sin crítica y sin rendición de cuentas, no forma ciudadanos: forma cómplices.

Ojalá que esta decisión se corrija pronto. No solo por obligación legal, sino por respeto moral. Porque esconder lo evidente no es proteger a la institución: es traicionar su esencia.

Y en una ciudad como Juárez, que ha pagado caro cada silencio institucional, no podemos darnos el lujo de aceptar otra aberración más.

Por eso, este llamado va también a los estudiantes, profesores y egresados: la universidad les pertenece. No se construye con sellos de “reservado”, sino con valor cívico, con debate y con exigencia. Que no se acostumbren al silencio; que exijan claridad, porque cada peso que entra a la UACJ debe reflejarse en educación, no en opacidad. Que hablen, que pregunten, que incomoden si es necesario. Porque la universidad será tan libre como lo sean quienes la defienden.

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