Washington, D.C. — Con apenas 20 años, Malone Lam pasó de ser un joven con una habilidad excepcional para la informática a convertirse, según la Fiscalía de Estados Unidos, en el cerebro de uno de los mayores robos de criptomonedas de los últimos tiempos: más de 230 millones de dólares en Bitcoin sustraídos mediante engaños, hackeos y lavado digital a gran escala.
El caso ha estremecido al mundo financiero y tecnológico, no solo por el monto de lo robado, sino por el nivel de sofisticación con que Lam y su grupo operaban. Las autoridades lo describen como “una organización criminal de nueva generación”, capaz de combinar técnicas de ciberataque, ingeniería social y lavado de dinero transnacional con una precisión quirúrgica.
De acuerdo con los documentos judiciales del U.S. Attorney’s Office del Distrito de Columbia, Malone Lam, ciudadano de Singapur, residía entre Miami y Los Ángeles, donde mantenía un estilo de vida propio de una celebridad: mansiones rentadas por millones, autos deportivos, relojes de alta gama, vuelos en jet privado y fiestas en clubes nocturnos donde, según la investigación, llegó a gastar más de medio millón de dólares en una sola noche.

Los agentes federales aseguran que el joven utilizaba alias como “Anne Hathaway”, “King Greavys” o “Kg” para ocultar su identidad en plataformas digitales y foros clandestinos. Desde ahí, reclutaba colaboradores y coordinaba el robo sistemático de criptomonedas a través del acceso no autorizado a cuentas de inversionistas.
El episodio que disparó la investigación ocurrió el 18 de agosto de 2024, cuando Lam y sus cómplices robaron más de 4,100 bitcoins, equivalentes en ese momento a 230 millones de dólares, a una víctima en Washington, D.C.
Las transacciones fueron rastreadas por expertos en blockchain, quienes descubrieron una compleja red de “carteras de paso” y servicios de mezcla (“mixers”) usados para borrar el rastro del dinero. Esa maniobra, lejos de ocultarlo, fue lo que permitió a las autoridades federales identificar patrones que vincularon a Lam con al menos 263 millones de dólares en criptomonedas robadas entre 2023 y 2025.
A pesar de las sospechas, Lam no se escondía. En redes sociales, él y su círculo cercano mostraban relojes de oro, bolsos “Birkin”, autos exóticos y cenas en restaurantes exclusivos. Según el reporte de la empresa TRM Labs, incluso desde su arresto habría seguido coordinando compras de lujo para su pareja en Miami, utilizando fondos que permanecían ocultos en monederos digitales.
Las autoridades describen su red como “una mezcla de hackers, lavadores de dinero y socialites”, una organización que movía millones en criptomonedas mientras vivía entre fiestas y mansiones.
Malone Lam fue detenido junto a Jeandiel Serrano, de 21 años, en una operación coordinada entre el FBI y el Servicio Secreto de los Estados Unidos. Ambos enfrentan cargos por conspiración para cometer fraude electrónico, lavado de instrumentos monetarios y conspiración bajo la Ley RICO, que se aplica a organizaciones criminales complejas.
De ser declarado culpable, Lam podría enfrentar décadas de prisión federal y la confiscación de sus bienes. Hasta el momento, se han incautado varias propiedades, vehículos de lujo y relojes de colección vinculados al caso.
Un nuevo rostro del crimen digital
El Departamento de Justicia considera este caso un punto de inflexión en la persecución de delitos con criptomonedas. Por primera vez, se ha aplicado la ley RICO —utilizada históricamente contra mafias y cárteles— a una red dedicada exclusivamente al robo y lavado de activos digitales.
“Estamos viendo una convergencia entre el crimen organizado y el cibercrimen”, dijo un portavoz del FBI. “Estos individuos operan con la misma estructura, jerarquía y brutal eficiencia que cualquier organización criminal tradicional, pero sus armas son teclados, códigos y conexiones cifradas.”
A la espera de juicio, la figura de Malone Lam sigue rodeada de misterio. Algunos lo describen como un prodigio de la informática; otros, como el reflejo de una generación seducida por la riqueza rápida del mundo cripto.
Lo cierto es que su historia —una mezcla de inteligencia, ambición y desenfreno— expone la delgada línea entre la innovación tecnológica y el crimen digital.
Y aunque las criptomonedas prometieron libertad financiera, en manos equivocadas se han convertido en el escenario perfecto para los nuevos reyes del fraude.