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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
1 de noviembre 2025

¡Historias de Chihuahua! El Fantasma de la niña en el campo de tiro, hoy Fraccionamiento de Pensiones

Chihuahua está lleno de ecos. Historias que se niegan a ser enterradas bajo el asfalto y las nuevas construcciones. Hoy, quien maneja por las calles tranquilas del fraccionamiento Pensiones Civiles del Estado, difícilmente imaginaría el terreno oscuro que existía antes. Pero la memoria de la ciudad es larga, y esta es una de las que más duele.

Hablemos de los años noventa. En aquel entonces, esa zona no era más que el viejo campo de tiro del ejército. Un terreno baldío gigantesco, lleno de matorrales, arroyos secos y la soledad que solo el desierto conoce. Era una frontera peligrosa que servía de atajo para la gente de colonias como la Zootecnia.

Nuestra historia se centra en una niña. Se dice y se cuenta que era alumna de una escuela en la colonia Margarita Maza de Juárez. Salía en el turno vespertino, justo cuando el sol de Chihuahua empieza a caer y las sombras se alargan. Todos los días, su madre la recogía, pero ese día en particular, un imprevisto lo impidió.

La niña, con la inocencia de sus pocos años, emprendió la caminata sola. Para llegar a su casa en la Zootecnia, tenía que tomar el atajo: cruzar el campo de tiro.

La tarde se moría. La pequeña, seguramente apurando el paso mientras la luz se iba, se topó con la única persona que había en kilómetros a la redonda: el militar en turno, el que estaba de guardia. En lugar de ser un protector, ese hombre se convirtió en la peor pesadilla.

La leyenda, esa que se cuenta en voz baja, dice que el soldado la abordó. La llevó a la fuerza hacia lo más oscuro del terreno, cerca de un arroyo que antes corría por ahí. En la soledad de ese páramo, el horror se consumó. La atacó y, para silenciar su crimen, le arrebató la vida.

En la Zootecnia, las horas pasaban y la niña no llegaba. La preocupación se convirtió en pánico. La familia salió a buscarla, y pronto, los vecinos se volcaron a ayudar. La policía y los residentes, armados con linternas y palos, peinaron el campo de tiro gritando su nombre en la oscuridad.

Fue una búsqueda larga y angustiante. La encontraron ya entrada la noche, oculta entre las hierbas. La noticia cayó como un rayo.

El coraje sacudió a Chihuahua. Las sospechas cayeron de inmediato sobre el personal del campo de tiro. El rumor que corrió como pólvora, y que la gente da por cierto, es que detuvieron al soldado cuando, presuntamente, intentaba huir. Y dicen que la prueba irrefutable la llevaba la propia niña en su cuerpo: bajo sus uñas, se encontró piel de su agresor. La niña, dicen, señaló a su asesino desde la muerte.

El funeral fue en su casa, no había recursos para más. Pero la Zootecnia entera se volcó. Quienes estuvieron ahí, relatan la imagen que partió el alma de la ciudad: la niña en su pequeño ataúd, vestida con su ropón blanco de la primera comunión. Un símbolo de la inocencia robada.

Con el tiempo, el campo de tiro quedó en desuso. Pero la tragedia no se fue. El atajo se volvió un lugar maldito. Los camioneros y trabajadores que, por necesidad, tenían que pasar por ahí de noche, empezaron a contar historias. Hablaban de un llanto que helaba la sangre, de una silueta blanca que se paraba en medio del camino, una niña que parecía buscar algo.

Pasaron los años. La mancha urbana creció y la ciudad decidió que ese terreno tenía que borrarse. Las constructoras llegaron, nivelaron la tierra, tratando de sepultar la memoria junto con los matorrales. Y sobre esa tierra marcada por el dolor, se levantó el fraccionamiento Pensiones Civiles del Estado.

Muchos pensaron que las casas nuevas, las familias y la vida diaria callarían al fantasma. Pero en Chihuahua sabemos que la tierra no olvida.

Hoy, son los propios vecinos de Pensiones quienes han heredado la leyenda. Cuentan que la tragedia sigue ahí, impregnada en el aire. Hay quien jura haberla visto, como un hombre que asegura que, una noche, al salir de su cochera, vio a una niña pequeña con un vestido blanco, parada en la banqueta, mirándolo fijamente.

Y es aquí donde la leyenda toma su giro más escalofriante: aseguran que su espíritu solo se le aparece a los hombres, nunca a las mujeres. Como si su alma, rota por el rencor, buscara eternamente al responsable de su desgracia en las calles que se construyeron sobre su tumba.

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