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Heroica ciudad de Chihuahua, Chih. México
7 de diciembre 2025

México arde.

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El Día de Muertos llegó con un luto real, de esos que nos hacen reflexionar no con ofrendas sino con rabia contenida. Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán, fue abatido a tiros mientras participaba en un evento público.

El país entero se estremeció con la noticia; las redes sociales explotaron de indignación y exigencia. Miles de ciudadanos culpan directamente al gobierno federal, y en especial a Claudia Sheinbaum, por haber ignorado las constantes peticiones de apoyo del alcalde, quien en más de una ocasión advirtió: “No quiero convertirme en una estadística más.”

Las redes sociales, ese coro digital que amplifica el dolor como un eco infinito, explotaron en indignación, exigiendo la renuncia de Claudia Sheinbaum por no haberlo respaldado cuando el grito era claro y la amenaza palpable. “¡Renuncia, Claudia! No lo ayudaste cuando lo pedía”, tuitearon miles, convirtiendo el hashtag #JusticiaParaManzo en un altar virtual de rabia y velas digitales.

Manzo, que reiteradamente suplicó apoyo presidencial para no terminar en la estadística de alcaldes asesinados – había dicho en entrevistas donde su voz temblaba de urgencia–, cayó en plena velada cultural, un balacera que dejó la plaza hecha un escenario de pesadilla y a Michoacán con el alma en vilo.

Y con su muerte, México suma otra prueba brutal de que el crimen organizado sigue teniendo más control territorial que el propio Estado.

Las condolencias oficiales llegaron tarde, frías y sin compromiso. Y lo más grave: ni una sola señal clara de que habrá justicia.

En tiempos donde la política se disfraza de empatía, la ejecución de un alcalde en funciones no solo es un golpe al gobierno: es un recordatorio de que ser autoridad en México sigue siendo una sentencia de riesgo.

Descanse en paz, Carlos Manzo. tu pérdida no es solo de Uruapan; es de un México que pierde líderes porque el apoyo llega tarde, como siempre.

En contraste, desde el norte del país la gobernadora Maru Campos ha decidido entrarle de lleno al tema más sensible para los chihuahuenses: el agua.

Ha reiterado que defenderá los derechos hídricos del estado ante cualquier intento de la Federación por apropiarse del recurso, un tema que cada vez se vuelve más político y menos técnico.

Y tiene razón: el agua no es solo un asunto de gestión, sino de soberanía interna. En un contexto donde los agricultores enfrentan recortes y los mantos acuíferos se agotan, cada gota se convierte en motivo de resistencia.

Campos anunció que no cederá ni un litro más allá de lo pactado en el Convenio de 1944, exigiendo a Sheinbaum y al fisco federal que compensen cada gota entregada a Trump con ríos de justicia hídrica para un estado que ya sufre sequía rampante. “Chihuahua no regalará más agua; defenderemos cada metro cúbico como un derecho soberano”, soltó la gobernadora, con la furia de quien ve presas como La Boquilla vaciándose para cumplir tratados que benefician al vecino más que al propio patio. Qué alivio tan necesario: mientras el gobierno federal negocia con el naranja del norte para evitar aranceles, Campos recuerda que el agua no es moneda de cambio; es vida para arboles que marchitan y familias que racionan.

Bien haría la gobernadora en convertir esa bandera no solo en discurso, sino en acción constante, porque los productores ya no creen en promesas: quieren resultados, no comunicados. Chihuahua, que aporta el 70% del agua del Bravo, no puede seguir pagando la fiesta de Texas con sed propia.

Por otro lado, Chihuahua cerró octubre con una ligera disminución en homicidios en octubre, un respiro que baja la cifra a 13.6 por 100 mil habitantes –la más baja en años– aunque sigue dentro del top ten nacional de los estados más violentos.

Los números pueden maquillarse, pero la percepción no. La gente sigue saliendo con miedo, los negocios bajan cortinas más temprano y las madres siguen rezando cada noche para que sus hijos regresen a casa.

Es cierto: hay esfuerzos visibles, pero la batalla por recuperar la seguridad no se gana en conferencias, sino en las calles.

Chihuahua resiste, pero aún no respira en paz.

Y entre tanto dolor y turbulencia, una pequeña alegría desde el diamante: los Dodgers de Los Ángeles se coronaron campeones de la Serie Mundial, convirtiéndose en bicampeones al levantar por segundo año consecutivo el trofeo del comisionado.

Un triunfo que, más allá del béisbol, recuerda que la constancia y el trabajo en equipo todavía son capaces de generar victorias —algo que nuestros políticos deberían aprender de una novena que sí sabe jugar para ganar.

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