
Lo que brilla por su ausencia es la capacidad del gobierno para escuchar a los ciudadanos. Cuando se lo gritas en redes sociales, en cartulinas o incluso cuando las marchas suben de tono y comienzan los destrozos, somos tachados de mentirosos, de ovejas que sirven en un juego liderado por otros.
Lo que huele es cuando los políticos de Estados Unidos o de otros países lamentan más la situación de nuestro país actual que los propios gobernantes, quienes nos ignoran o piden pruebas de nuestras quejas, alegando que solo son ataques al gobierno. Pero cuando las organizaciones brindan esas pruebas, estas se quedan en carpetas, esperando que se olviden… y asunto resuelto.
Lo que apesta es la podredumbre del sistema, que alega que deberíamos sentirnos orgullosos de tener a la primera presidenta de México. Pero lo único que provoca es vergüenza, ya que nos demuestra que el cinismo y la hipocresía no tienen género y que una mujer puede ser igual de corrupta que un hombre.


